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martes, 19 de enero de 2016

La Inflaciòn



LA INFLACIÓN: CONCEPTOS BÁSICOS


1. Introducción

La inflación es un fenómeno tan antiguo, que se remonta a la aparición del dinero como medio de intercambio. De hecho, las únicas sociedades inmunes al riesgo inflacionario serían aquellas en las cuales el intercambio de mercancías se realizase solamente a través del trueque. Ello se debe a que en esencia, la inflación es un fenómeno monetario.
A lo largo de la historia existen infinidad de ejemplos que ponen de manifiesto el daño que puede experimentar una sociedad como consecuencia del problema que estamos analizando. En las economías modernas el fenómeno puede llegar a adquirir tal relevancia, que al referirse a la inflación Lenin llegó a afirmar: "La mejor forma de destruir la civilización occidental, sin disparar un solo tiro, es desquiciar su moneda".
Las consecuencias que se derivan de un proceso inflacionario pueden llegar a adquirir características verdaderamente catastróficas, al perturbar las bases mismas sobre las cuales se asienta la actividad económica de una nación. Vale la pena analizar con detenimiento el fenómeno que nos ocupa.
Con frecuencia suele afirmarse que existe inflación por el mero hecho de que los precios sean altos. Esto último, por sí solo, no constituye una prueba de que ella exista. Conviene pues comenzar par definir el fenómeno. Al respecto Sabino precisa el término en su "Diccionario de Economía y Finanzas".
La inflación consiste en un aumento general del nivel de precios que obedece a la pérdida de valor del dinero. Las causas concretas e inmediatas de la inflación son diversas pero, en esencia, se produce inflación cuando la oferta monetaria crece más que la oferta de bienes y servicios.
De la explicación anterior se deduce que cuando la cantidad de dinero a la disposición del público crece a mayor velocidad que los bienes y servicios que a éste se le ofrecen, el dinero será cada vez más abundante. En tal caso, el dinero se comportará como cualquier otra mercancía, aplicándosele al mismo los postulados de la Ley de la Oferta y la Demanda: un exceso en la oferta de dinero provocará una merma en su valor, haciendo que se requiera entregar más unidades monetarias para obtener una misma cantidad de bienes. En otras palabras, un aumento en la masa monetaria, que no se traduzca en un aumento paralelo en la producción de bienes y servicios implicara sencillamente que un mayor número e unidades monetarias estarán compitiendo por adquirir una misma cantidad de bienes. E1 resultado no será otro que un aumento en el precio de los últimos.
En teoría, el aumento de los precios provocado por un excedente en la oferta monetaria debería terminar con la inflación una vez que se hubiese igualado la demanda con la oferta a un nuevo nivel de precios más elevado. Lo verdaderamente pernicioso del fenómeno inflacionario es su carácter acumulativo. Así, en la práctica, unos precios más altos provocan costos más elevados lo cual a su vez conduce a precios aún más altos. lo cual induce a una mayor emisión de dinero.
Se crea pues un círculo vicioso en el cual precios y costos van incrementándose en forma sucesiva v progresiva. De no romperse este círculo a través de medidas concretas de política fiscal y monetaria, el proceso continuaría, teóricamente, de manera indefinida, llegando a transformarse en un fenómeno que se autoalimenta conocido comúnmente bajo la denominación de "espiral inflacionaria".
De los diversos conceptos hasta ahora mencionados se puede deducir que la inflación implica un aumento continuo y generalizado en el nivel de los precios y servicios que se producen y se prestan en una economía, lo cual evidentemente conlleva una merma en el poder adquisitivo del dinero.
Se destacan en la definición anterior los términos "continuo y generalizado", a fin de resaltar que un alza en el precio de algunos productos específicos, resultado de situaciones excepcionales ‑como las que surgirían a raíz de malas cosechas o de disminuciones temporales en la oferta de algunos bienes, o también aquellas que se manifiestan por ejemplo en caso de huelgas u otras contingencias transitorias— no pueden ser considerados como inflación. En los casos antes mencionados, una vez superada la situación extraordinaria que provocó la escasez de algunos bienes y el consiguiente aumento de sus precios, el nivel de los mismos debe volver a la normalidad, con lo cual quedaría descartada la condición de "continuidad" implícita en el concepto de inflación. En esos mismos casos, habría igualmente que desechar el concepto de aumento "generalizado", ya que los precios afectados se limitarían al de aquellos productos cuya oferta se vio temporalmente reducida.

2. Keynes y los monetaristas

Expresada en sus términos más simples, la economía de un país puede ser representada gráficamente mediante una balanza. En uno de sus platillos debemos colocar el monto de la masa monetaria que circula. Imaginemos que en el otro se coloca el valor total de los bienes y servicios que se producen y se prestan. Mientras el monto de la masa monetaria corresponda al valor de los referidos bienes y servicios, la economía se mantendrá en equilibrio. Ahora bien, si se llegase a incrementar el peso relativo del primer platillo, sin agregar un monto equivalente en el otro, el resultado sería un incremento en los precios; es decir, inflación.
Insistimos en que el ejemplo anterior constituye una mera simplificación. Sin embargo, consideramos que la mencionada representación gráfica sirve para captar en términos bastante sencillos el concepto de la inflación.
                                       Fig. 1 Inflación
Desde el punto de vista keynesiano, la relación entre la oferta monetaria y el nivel de los precios no es tan directa como lo sugiere el ejemplo de la figura 1. Para Keynes, la variable fundamental es la demanda agregada. Desde su óptica, la inflación sólo se presentará cuando la demanda total sea mayor que el nivel de producción de pleno empleo. De esta forma, el origen de la inflación radica en que la demanda en términos monetarios es mayor que la oferta limitada de bienes y servicios. Consideraba el célebre economista que un aumento en la oferta monetaria podría estimular la demanda agregada, lo cual se traduciría en un aumento en los niveles de producción, hasta que se llegase al punto, en el cual se hubiese alcanzado el pleno empleo. A partir de ese punto, cualquier ampliación de la oferta de dinero se traduciría simplemente en aumento en los costos. Al respecto, Keynes sostiene en su Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero lo siguiente:
Mientras haya desocupación, la ocupación cambiará proporcionalmente a la cantidad de dinero; y cuando se llegue a la ocupación plena, los precios variarán en la misma proporción que la cantidad de dinero.
Estableciendo el momento a partir del cual un incremento en la oferta monetaria deja de estimular la demanda agregada y da lugar a la aparición del fenómeno inflacionario, Keynes sostiene:
Cuando un nuevo crecimiento en el volumen de la demanda efectiva no produce ya un aumento en la producción y se traduce sólo en un alza de la unidad de costos, en proporción exacta al fortalecimiento de la demanda efectiva, hemos alcanzado un estado que podría designarse apropiadamente como de inflación auténtica (. . .) Es probable que cada aumento anterior en la cantidad de dinero, en la medida en que hace subir la demanda efectiva, se traduzca en una elevación de la unidad de costos y un aumento de la producción.
Nuevamente vuelve a referirse Keynes a los efectos que, sobre el nivel general de los precios tendrían los incrementos netos de inversión una vez que se ha alcanzado el pleno empleo:
Cuando se alcanza la plena ocupación, cualquier intento de aumentar la inversión todavía más pondrá en movimiento una tendencia de los precios a subir sin limitación, independientemente de la propensión marginal a consumir, esto es, nos encontramos frente a un estado de inflación verdadera. En esta situación, sin embargo, el crecimiento de los precios irá acompañado de un aumento del ingreso global real.
Al analizar más detenidamente el enfoque keynesiano, cabe llegar a la conclusión de que en definitiva también el exceso en la cantidad de dinero circulante termina por ser la causa de la inflación. Como ya se vio, Keynes consideraba que el fenómeno aparece cuando la demanda, medida en términos monetarios, pasa a ser mayor que la oferta de bienes y servicios que se logra una vez alcanzada la situación de pleno empleo.
La postura adoptada por la teoría monetarista sostiene que un incremento en la cantidad de dinero no produce a corto plazo efectos reales sobre la producción y el empleo. Analizando el fenómeno de la inflación, el Profesor Milton Friedman —Premio Nobel de Economía— pronunció en diciembre de 1974 en la Graduate School of Business de la Universidad de Pittsburg, una conferencia titulada "¿Es la inflación una enfermedad incurable?" En tal ocasión, el laureado economista afirmó: La causa próxima de la inflación es siempre y en todas partes la misma: un incremento demasiado rápido de la cantidad de dinero en circulación con respecto a la producción. Sobran pruebas histéricas en apoyo de esta tesis, tomadas de las más diversas épocas y países. Nunca ha habido un período de inflación dilatado y continuo que no haya ido acompañado de un crecimiento del circulante superior a la producción. Y siempre que se ha incrementado la cantidad de moneda en circulación en medida superior a la producción han aparecido los correspondientes fenómenos inflacionarios.
Para Friedman, la inflación la inducen los gobiernos al aumentar la cantidad de moneda más rápidamente que la producción. Tres son las causas de que ello ocurra, según cita Friedman en la ya aludida conferencia:
Una de ellas, vigente desde hace muchos siglos, es que los gobiernos, obligados a gastar, no se abreven a elevar abiertamente las cargas impositivas. Recurren por ello a un impuesto encubierto que es la inflación (...) La inflación es un tipo de impuesto muy peculiar. Se trata del único tributo que puede ser introducido sin que nadie deba refrendarlo mediante su voto. Ningún congresista se vio en la necesidad de levantarse y decir: "Yo voto por la inflación". Pero ello no significa que deje de tratarse de un verdadero impuesto directo, cobrado en los pedazos de papel que para pagar sus programas el gobierno imprime. Es también un impuesto indirecto, porque a medida que la inflación avanza, el contribuyente se ve incluido en escalones cada vez más elevados de la progresividad fiscal, con lo que, sin necesidad de que la ley sea modificada, queda sometido a mayores tipos impositivos.
La segunda causa aludida por Friedman es el compromiso que los gobiernos suelen asumir de propiciar políticas de pleno empleo, recurriendo para ello a incrementos en el gasto público, mediante el simple expediente de incrementar la emisión de billetes:
Los gobiernos no han provocado deliberadamente los altos niveles de inflación que hoy experimentamos. Son éstos consecuencia indeseada de otras medidas, tales como la política de pleno empleo y de bienestar social, que han obligado a aumentar en exceso el gasto público.
En opinión de este economista, la tercera causa de la inflación la dan las erróneas políticas aplicadas por los bancos centrales, los cuales han creído que les incumbía controlar los tipos de interés, cuando su verdadera misión debería consistir en regular la cantidad de dinero en circulación. En su empeño por controlar las tasas de interés han propiciado aumentos en la oferta monetaria imprimiendo nuevos medios de pago. E1 resultado final ha sido que los tipos de interés alcanzaron niveles muy superiores a los que les correspondían, de haber seguido las autoridades una política monetaria más acertada. Después de analizar las causas de la inflación, pasa Friedman a proponer el remedio para la misma:
Cualquier economista sabe lo que hay que hacer, y yo no recurriré a circunloquio alguno: la única manera de acabar con la inflación estriba en no permitir que el gasto público crezca tan rápidamente. El gobierno debe gastar menos; debe atemperar el aumento del circulante. Ninguna otra fórmula permitirá alcanzar el objetivo apetecido. Sólo la aludida mecánica permitirá frenar la inflación (...) Si decidimos ponerle remedio, sufriremos inevitablemente un período de más reducido crecimiento económico, durante el cual el nivel de paro también será mayor. Todo ello resulta inevitable, pues, para acabar con la inflación, es necesario frenar el gasto total.

3.· El papel del déficit fiscal

Tal como lo sostiene Friedman, el exceso de gasto público es probablemente una de las causas fundamentales de la inflación, ya que constituye el origen de las emisiones inorgánicas de dinero a las que suelen recurrir los gobiernos para financiarlo. Ahora bien, lo verdaderamente importante a la hora de analizar el efecto negativo que el déficit fiscal pueda tener sobre la inflación, depende de los mecanismos que se adopten para financiarlo. Al respecto, el mencionado economista afirma:
Los gastos gubernamentales pueden ser inflacionarios o no. Serán inflacionarios fuera de toda duda si se financian creando moneda, o sea imprimiendo billetes o creando depósitos bancarios. Si se financian con impuestos o con empréstitos públicos, el principal efecto es que el gobierno gasta los fondos en lugar del contribuye...
Lamentablemente, los gobiernos apelan con excesiva frecuencia a las emisiones de dinero inorgánico para financiar sus gastos. Este tipo de políticas ha adquirido rasgos dramáticos en muchos países, los cuales se manifiestan en toda su gravedad cuando se llega a situaciones extremas como aquellas que desembocan en casos de hiperinflación. Con respecto a este fenómeno, Samuelson y Nordhaus, señalan en su libro Economía:
La hiperinflación más documentada se produjo en Alemania durante la República de Weimar (...) el gobierno liberó las imprentas de dinero, elevando tanto el dinero como los precios a niveles astronómicos. Entre enero de 1922 y noviembre de 1923, el índice de precios pasó de 1 a 10.000.000.000. Si alguna persona tenia un bono de 300 millones de dólares a principios de 1922, éste no valía ni una goma de mascar dos años más tarde.
Muchas naciones latinoamericanas se han visto también plagadas por situaciones hiperinflacionarias. Quizás el caso más grave fue el de Bolivia, donde la inflación llegó a alcanzar tasas del orden del 24.000% anual en 1985. No obstante, esa nación también es un ejemplo de lo que los gobiernos pueden lograr cuando se empeñan en combatir con decisión el mal inflacionario. Después de aplicar un severo recorte al déficit fiscal y adoptar fuertes restricciones monetarias y fiscales, de reemplazar el "peso" por el "boliviano" ‑al cual se le eliminaron seis ceros con respecto a la denominación anterior—, de permitir que su nueva moneda flotase libremente en una subasta diaria en la que se fija su cotización con respecto al dólar, de decretar la libertad en los precios de los bienes y servicios y liberar las tasas de interés en los mercados financieros y de modificar radicalmente su sistema tributario, Bolivia logró reducir sus asombrosos niveles inflacionarios a una modesta tasa del orden del 10% anual. Para lograr esto, sin duda tuvo que asumir un elevadísimo costo social. Cabe preguntarse cuál hubiera sido el trágico futuro del pueblo boliviano, de no haberse adoptado las duras medidas antes mencionadas.
En Venezuela —que a diferencia de otras naciones latinoamericanas cuenta con la fortuna de disponer de una importante renta proveniente de su sector petrolero— los gobiernos no han tenido que recurrir a las emisiones inorgánicas de dinero para cubrir su indisciplina fiscal. Sin embargo, además del endeudamiento, recurren a un mecanismo que en nuestro caso produce consecuencias muy similares a las de las citadas emisiones inorgánicas de dinero: la devaluación. A través de la devaluación, transforman un mismo número de dólares provenientes de la renta petrolera en un mayor número de bolívares con los cuales cubrir el déficit fiscal. En otras palabras, la devaluación le permite al gobierno imprimir un número mayor de billetes con los cuales atender las necesidades excesivas del sector público.

4. Inflación de costos

Algunos economistas consideran que una explicación para el origen del fenómeno inflacionario, puede encontrarse en la llamada "inflación de costos". Así, el fenómeno se iniciaría cuando los costos se ven afectados por incrementos que superan los niveles de productividad.
Paul Wonnacott y Ronald Wonnacott definen el fenómeno de la siguiente forma:
La inflación por empujón de los costos tiene lugar cuando los salarios y otros costos se elevan y se trasladan a los consumidores en forma de mayores precios. Los precios son "empujados hacia arriba" por los costos crecientes.'
Algunos autores suelen atribuirle el origen del aumento de los precios a la presión que ejercen los sindicatos. Cuando estos últimos son excesivamente poderosos, pueden llegar a imponer aumentos salariales que no se corresponden, como ya se dijo, con los niveles de productividad del factor trabajo. Dada su influencia política, los sindicatos han llegado a adquirir tal importancia que con frecuencia pueden ejercer poderes monopolistas muy extensos para reforzar las reivindicaciones salariales. Así, las organizaciones monopolistas de trabajadores, procuran plantear reclamaciones salariales que no se diseñan para promover el empleo de un mayor número de trabajadores, sino más bien para mejorar los ingresos de los miembros de cada sindicato en particular.
Se inicia así una secuencia en la que los sindicatos, organizados como grupos de presión con enorme influencia política, logran imponer las reivindicaciones que reclaman. Por su parte las empresas ‑en particular las que operan en mercados diferenciados y menos competitivos— cubren el incremento de sus costos derivados de las elevaciones de salarios, trasladando simplemente tales incrementos a los precios de sus productos. En la medida en que este tipo de conducta por parte de sindicatos y de empresas tiende a propagarse, se produce un aumento en el nivel general de los precios, que termina por afectar negativamente el salario real de los trabajadores, a pesar de los incrementos que han recibido en sus salarios nominales. E1 impacto que una situación como la descrita tiene en la economía se hace mayor, debido a que, habiendo conseguido aumentos salariales que provocaron un aumento en los precios, los sindicatos proceden a continuación a justificar nuevas reivindicaciones alegando para ello la subida en el costo de la vida. Frente al nuevo aumento de precios así inducido, los sindicatos vuelven a exigir nuevos aumentos de salarios, lo cual conduce a su vez a nuevos incrementos de precios y así sucesivamente. Todo este proceso va desde luego acompañado de un incremento en la oferta monetaria, puesto que de no producirse este fenómeno, la masa de dinero no sería suficiente para cubrir los incrementos de precios y salarios. De la manera señalada, puede llegar a crearse una espiral "salarios‑precios‑salarios".
Situaciones como las antes señaladas se han presentando en Venezuela, cuando el gobierno, preocupado por las presiones inflacionarias ‑surgidas fundamentalmente de su falta de disciplina fiscal— procedió en diversas oportunidades a decretar aumentos generales de sueldos y salarios, que no guardaban relación alguna con los aumentos de productividad. Desde luego, si bien la intención no era otra que la de proteger el nivel de vida de los trabajadores, a la larga el resultado terminó perjudicando a quienes se pretendía beneficiar. El efecto que, medidas de tal naturaleza, tuvieron sobre los precios fue tan marcado, que en definitiva el salario real de los trabajadores terminó por verse afectado negativamente, a pesar de los incrementos en los salarios nominales decretados por el gobierno.
Un ejemplo típico de la situación descrita lo encontramos en el Aumento General de Sueldos y Salarios aprobado por el Gobierno Nacional mediante Decreto No. 1.590 de fecha 15‑5‑91. En tal oportunidad, los salarios de los trabajadores urbanos y rurales se incrementaron en base a una escala que iba desde un 17 hasta un 21%.
Flaco favor se les hizo a los trabajadores mediante el referido Decreto, ya que los efectos que el mismo generó sobre el nivel general de los precios, fueron una de las causas determinantes de que la inflación alcanzase en 1991 una tasa del 31%. El salario real de los trabajadores se vio pues afectado negativamente.
Al analizar la inflación de costos, los economistas afirmaban que no debía producirse en momentos de recesión; pero la experiencia más reciente nos indica, que el nivel general de los precios puede perfectamente subir durante los períodos recesivos, debido a que el costo del trabajo, del capital y de las materias primas tiende a aumentar incluso en una economía que disponga de recursos ociosos. En el gráfico siguiente podemos comprobar como una inflación por tirón de los costos se traduce en una disminución en el Producto Nacional real

                           Fig. 2  Inflación de costos
En el caso de una inflación de costos, la curva de la oferta agregada OA se desplaza hacia la izquierda y hacia arriba hasta ubicarse en OA'. Por su parte, la curva de la demanda agregada DA no experimenta modificación alguna. El nuevo punto de equilibrio entre la oferta y la demanda agregada se traslada de A hasta B. Como puede observarse en el gráfico, los nuevos costos son trasla­dados al consumidor, con lo cual los precios aumentan de P a P'. El incremento de los precios va acompañado por un descenso en el nivel de producción lo cual se evidencia al constatar que el Producto Nacional real disminuya de C a C'.
Al respecto, Samuelson y Nordhaus sostienen que:
Cuando los Costos presionan al alza sobre los precios durante los períodos de elevado desempleo y subutilización de recursos, decimos que hay inflación de costos
La inflación de costos puede también originarse como consecuencia de un incremento súbito de estos últimos, no vinculado a los salarios ni a los sindicatos. Muchos autores citan el caso de la inflación de costos causada por los aumentos en los precios del petróleo, que tuvieron lugar en 1973 y en 1979 como consecuencia del embargo petrolero árabe y la caída del Shah de Irán, respectivamente. Siendo el insumo energético una parte fundamental de los costos de producción tanto en las naciones desarrolladas como las que están en vías de desarrollo, los referidos incrementos en los precios petroleros dieron lugar a una ola inflacionista que se extendió por el mundo entero.
Para respaldar su aseveración citan como un ejemplo característico la situación que se produjo a raíz de los ya mencionados aumentos del petróleo, cuando se puso de manifiesto que recesión e inflación eran dos fenómenos que podían perfectamente coexistir.

 5. inflación de demanda

Para comprender mejor el caso que vamos analizar, conviene partir del supuesto de un mercado bajo condiciones de pleno empleo en el cual el gasto total es suficiente para absorber toda la producción. Si bajo tales circunstancias llegara a surgir una mejora en las expectativas empresariales, provocando un crecimiento de la demanda de inversión, nos enfrentaríamos a una situación en la cual podría producirse aumento autónomo en la demanda agregada, lo cual se traduciría a su vez en un incremento en la demanda de bienes, dando lugar a una situación de exceso de demanda en ese mercado. Cualquiera que sea la fuente ‑aumentos de la inversión, del gasto público o del dinero circulante— si la demanda agregada aumenta rápidamente y supera la capacidad productiva de la economía, el nivel general de los precios comenzará a subir cada vez más de prisa. Desde luego el proceso descrito, va acompañado de un incremento en la oferta monetaria.
En el caso de inflación por tirón de la demanda, la curva de la demanda agregada DA se desplaza hacia arriba y a la derecha hasta ubicarse en DA', en tanto que la oferta agregada OA no experimenta modificación alguna. El punto de equilibrio entre ambas curvas pasa de A hasta B. El incremento de la demanda agregada se refleja en un aumento en el nivel general de los precios, los cuales pasan de P a P' y la producción aumenta, aunque en menor medida que los precios. Estimuladas por las mayores perspectivas de ganancias derivadas del aumento en la demanda de los bienes que producen, las empresas estarán dispuestas a incrementar su producción, para lo cual tendrán que aumentar su demanda en el mercado de trabajo. Ahora bien, ya que habíamos supuesto que estábamos bajo condiciones de pleno empleo, un incremento en la demanda de trabajo necesariamente acarreará un incremento en los salarios, siempre que simultáneamente se produzca un incremento de la oferta monetaria.
                                          Fig. 3 Inflación de la demanda
En el caso que estamos analizando, la causa de la inflación radica en que la demanda en términos monetarios llega a ser mayor que la limitada oferta de bienes y servicios existente. Una situación de esta naturaleza podría dar lugar a una secuencia inflacionaria aparentemente sin fin. Veamos: si a cada aumento de los precios ‑originalmente provocado por un aumento de la demanda agregada— corresponde un aumento de los salarios, y a cada aumento de los salarios corresponde a su vez un nuevo aumento de los precios, nos encontraríamos nuevamente frente a una situación de espiral "precios‑salarios‑precios".
Una situación de esta naturaleza sólo podría detenerse eliminando el exceso de demanda, y esto sólo puede ocurrir, a su vez, si cae la demanda real, si aumentan la producción o la productividad o si se produce alguna combinación de las tres condiciones.

6.· Inflación mixta

En la práctica, frecuentemente se producen situaciones en las que coexisten condiciones de inflación de demanda e inflación de costos. De hecho, ambos tipos de inflaciones pueden influenciarse recíprocamente. Es decir, en el mundo real es probable que las situaciones de inflación generadas por factores de demanda generen algunas influencias en los costos, y a su vez, las secuencias inflacionarias que se inician por factores de costos, generan influencias de demanda.
En este sentido, al analizar el problema inflacionario, se llega a la conclusión de que la inflación debe ser considerado como un proceso único, independiente de las características que adopte en un momento determinado. Cabe así señalar el ejemplo de un proceso inflacionario que en sus inicios se desata en una fase de expansión, en la que concurren todos los elementos que contribuyen a definirla como una inflación de demanda. Durante un período determinado, Los salarios se incrementan, manteniéndose simultáneamente elevados los salarios y la producción. No pasará mucho tiempo antes de que el aumento en el nivel general de los precios comience a generar incertidumbres. Incapaces de predecir la evolución que tomarán los precios, los distintos agentes que intervienen en el proceso económico empezarán a tomar medidas para cubrir su propia incertidumbre ante lo que está ocurriendo. Así, cada uno de ellos exigirá mayores retribuciones por su aporte al proceso productivo. Los sindicatos pedirán mayores reivindicaciones salariales para sus afiliados, a fin de protegerlos de la inflación, los suplidores de los diversos insumos que se requieren en el proceso productivo demandarán también mayores precios por los mismos y las empresas aumentarán a la vez los precios de sus productos, previendo no solamente que el costo de reposición de sus inventarios de materias primas o el de las inversiones en equipos será mayor, sino que además intentarán incrementar sus márgenes de utilidad actuando dentro de un mismo intento común de precaver un mayor incremento en sus costos que suponen, se producirá en el futuro. De esta forma un proceso inflacionario que en sus inicios reunía todas las características de una inflación de demanda, pasa en una segunda etapa a asumir las condiciones que suelen atribuírseles a una inflación de costos.

7. Inflación tendencial o inercial

La inflación puede adquirir un carácter tendencial, cuando los agentes que intervienen en el proceso económico esperan que los precios se comporten de una manera determinada. Cuando esto ocurre, la tasa de inflación se incorpora tanto a los contratos como a los acuerdos informales. Por ello, se le conoce también con el nombre de inflación esperada o inercial.
Así, cuando las empresas prevén que sus costos se comportarán de una cierta forma, están también en condiciones de determinar de antemano la forma que fijarán sus precios. Igualmente, los sindicatos estarán en capacidad de definir las reivindicaciones salariales que esperan para sus afiliados.
La tasa esperada de inflación se le conoce pues con el nombre de inflación tendencial. La misma, como su nombre lo indica, tiende a mantenerse, a menos que ocurran fenómenos que alteren las previsiones económicas.
El carácter esperado de este tipo de inflación adquiere cualidades positivas, cuando los precios se incrementan moderadamente, ya que permite fijar un marco de referencia dentro del cual se desenvolverán las actividades económicas. Cuando los precios suben en forma acelerada, el carácter tendencial de la inflación puede llegar a convertirse en una causa más que alimenta el proceso inflacionario. En situaciones de inflación galopante, los agentes que intervienen en la economía también tenderán a incorporar a costos y precios los incrementos esperados en el nivel de estos últimos. En esta circunstancia resulta difícil frenar el proceso inflacionario, ya que cuando las expectativas de que aumenten los precios son elevadas, todo el mundo procurará protegerse incrementando a niveles cada vez mayores las retribuciones a que aspiran por su aporte al proceso económico.

8. Inflación encubierta

No es extraño que los gobiernos procuren crear mecanismos en un intento por lograr que el impacto de la inflación sea notado por la población en la menor medida posible. Para alcanzar este objetivo, enmascaran los precios relativos mediante la introducción de fricciones artificiales en todos los sectores de la economía. Dicho en otra forma, recurren a la aplicación de subsidios, intervienen en el mercado para producir y prestar gran cantidad de bienes y servicios a precios menores, controlan los precios sometiéndolos a regulaciones oficiales que impiden que sean aumentados sin la venia de las autoridades, regulan los salarios bien sea para controlar su aumento o incluso para subirlos por la vía de decisiones oficiales, intervienen el mercado de divisas para evitar la fuga de capitales que se produce como consecuencia inevitable de la corrupción de la moneda, regulan los mercados financieros para manejar intereses activos y pasivos y, en general, recurren a muchos otros paliativos en una lucha inútil por reprimir la inflación. A la larga, tales subterfugios no hacen más que encubrir verdaderas situaciones inflacionarias, ya que mientras el mal no sea atacado por su raíz misma ‑el déficit fiscal—, difícilmente se podrá curar.
Como consecuencia de los subterfugios antes mencionados, muchas veces el remedio termina siendo peor que la enfermedad. En la historia abundan ejemplos de medidas de control de precios que no dejaron otra consecuencia que la escasez de bienes de todo tipo, el racionamiento y la aparición de mercados negros. A1 respecto suele recordarse un célebre edicto de Diocleciano, aplicado durante la época del Imperio Romano. Sus resultados no fueron distintos a los que medidas de tal naturaleza cosechan en las economías modernas.
En su libro "Ciencia y Teoría Económica", Luis Pazos sostiene:
Más que una medida económica, el control de precios es una medida política, pues da la impresión de que el gobierno está luchando y haciendo todo lo posible para mantener un bajo nivel de precios.
Tarde o temprano, los gobiernos se ven en la necesidad de atemperar sus políticas de subsidios, por carecer de recursos suficientes para mantenerlos en forma indefinida, o bien para evitar caer en graves déficits fiscales. Igual ocurre con los controles de precios. Llega un momento en que éstos deben ser suspendidos, pues las empresas no pueden soportarlos y comienzan a surgir graves signos de escasez y de desempleo. Igual destino tienen las demás medidas destinadas a enmascarar el crecimiento de los precios. Casi todas ellas tienen un efecto indeseado: obstruyen el funcionamiento del sistema de precios como orientador de la actividad económica. E1 resultado termina siendo una ineficaz asignación de los recursos productivos y, a la larga, un incremento en los niveles de desempleo.
Aunque los detalles pueden variar de un país a otro, el resultado tiende siempre a ser el mismo: las tensiones inflacionarias reaparecen aún con mayor virulencia.
Un caso característico de la situación antes descrita se presentó en Venezuela durante los años del gobierno del Presidente Lusinchi. A pesar de que la situación de la economía nacional había alcanzado un punto critico, el Gobierno se negó a aceptar el costo político que hubiera implicado una sinceración económica. Procedió pues a aplicar el más completo recetario de controles y regulaciones en un intento por encubrir el impacto inflacionario que hubiese producido tal sinceración.
A través de controles de precios, controles de cambio (RECADI), controles de tasas de interés, subsidios, aumentos salariales por decreto, etc., el Gobierno llegó a crear una situación que evidentemente se tornaba insostenible. Al referirse a ella, Moisés Naím afirma:
El conjunto de políticas, leyes, reglamentos, normas, instituciones, organismos y recursos financieros desplegados por el Estado venezolano para normar y regular la conducta de las empresas privadas constituyen, probablemente, uno de los más exhaustivos y abarcantes aparatos de regulación del mundo capitalista."
En base al conjunto de medidas, a las cuales se refiere Naím el Gobierno Lusinchi logró uno de los casos más característicos de "inflación encubierta". Las tasas de inflación durante el periodo en referencia mostraron el siguiente comportamiento aparente:




                          
Tasas de Inflación
Año
Porcentaje
1984
12,2
1985
12,0
1986
11,6
1987
28,1
1988
29,5

El esfuerzo del gobierno por mantener una aparente situación de bonanza tuvo además un impacto devastador sobre las Reservas Internacionales del Banco Central de Venezuela, las cuales cayeron según cifras oficiales, de 15.489 millones de US$ en 1985 a unos 7.000 millones para finales de 1988.
El estado de las finanzas públicas había alcanzado una situación tan caótica, que el nuevo gobierno se vio obligado, a partir de 1989, a imponer una sinceración de la economía. La eliminación de los controles de precios y del control de cambio (RECADI) puso de manifiesto la verdadera situación inflacionaria que vivía el país y que, como antes se dijo, aparecía "encubierta" por los mecanismos anteriormente referidos. De tal forma, para el año de 1989, la inflación se evidencia con toda su virulencia, alcanzando para ese año un 81%.

9. Inflación moderada, inflación galopante e hiperinflación

Afirma Samuelson que al igual que las enfermedades, la inflación puede mostrar distintos niveles de gravedad. Puesto que no existe una clara diferencia que separe los tres niveles del mal, en forma arbitraria se puede establecer la siguiente distinción:
Inflación moderada: Existe cuando las tasas anuales de inflación son inferiores a un dígito. A estos niveles, puede decirse que el sistema monetario funciona adecuadamente. Los activos monetarios conservan su valor y el público estará dispuesto a mantener su dinero en el banco, aún cuando las tasas pasivas de interés muestren un rendimiento moderado. A su vez, las tasas activas exigidas por las instituciones financieras también serán moderadas y la actividad económica podrá desenvolverse de una manera armónica. Los aumentos esperados en el nivel general de los precios no darán lugar a incertidumbres que afecten negativamente las inversiones.
Inflación galopante: Se produce cuando las tasas de inflación alcanzan niveles de dos dígitos. A medida que el mal avanza, se va perdiendo en forma progresiva la confianza en el signo monetario. Los precios tienden cada vez más a "dolarizarse", ya que el público necesita aferrarse a un valor referencial, a cuyos efectos la moneda nacional deja de cumplir adecuadamente su función. Los bienes comienzan a acapararse, ya que resulta preferible adquirirlos que conservar el dinero en forma líquida, puesto que el rápido incremento en el nivel general de los precios dificultará la adquisición de los mismos en un futuro cercano. Para que las tasas de interés resulten positivas ‑es decir, mayores que las tasas de inflación—, deben aumentarse a un ritmo más elevado que el incremento de los precios.
Bajo tales circunstancias, los gobiernos suelen recurrir a varios mecanismos de control: la indexación de los precios, el control de cambios y el endurecimiento de los instrumentos fiscales y monetarios. E1 primero de ellos tiene por objeto evitar un rápido deterioro en el salario real de los trabajadores. Para evitarlo, éstos quedan automáticamente indexados a los precios. Así, en la misma medida en que suban estos últimos, se incrementarán también los primeros. Este tipo de políticas en general no ha mostrado resultados alentadores, ya que tienden a transformarse en un medio que autoalimenta la inflación, a través de una espiral "precios‑salarios‑precios".
E1 segundo mecanismo al que recurren los gobiernos bajo situaciones de inflación galopante, son los controles de cambio. La pérdida de la confianza en la moneda nacional, tiende a estimular la fuga de capitales, lo cual genera fuertes déficits en la balanza de pago. En un intento por impedirlo se aplican medidas de la naturaleza señalada; pero las mismas tampoco suelen dar los resultados apetecidos. Ante la urgencia que siente el público de proteger el valor de su dinero, resulta casi imposible impedir la aparición de mercados negros en los que se adquieren divisas extranjeras.
A través del endurecimiento de otras políticas de carácter fiscal y monetarias, las autoridades disponen de mecanismos macroeconómicos adicionales para moderar el ritmo de una "espiral inflacionaria" e impedir que la economía caiga en situaciones de hiperinflación.
Convendría no obstante que los gobiernos tuvieran presente que el más efectivo remedio para el mal, no es otro que el recomendado por Friedman: "La única manera de acabar con la inflación estriba en no permitir que el gasto público crezca tan rápidamente"
La Hiperinflación. Es el último estadio del mal. La condición patológica ha adquirido un carácter terminal y las economías que la padecen sufren un proceso de desintegración, en tanto que la sociedad experimenta carencias de todo tipo, que desembocan en una descomposición de orden moral. Tanto el dinero como su velocidad de circulación crecen a un ritmo cada vez más elevado. El nivel general de los precios adolece, por lo tanto, aumentos fenomenales y las tasas de inflación alcanzan cifras de cuatro y cinco dígitos. Los desequilibrios económicos van acompañados de una marcada inestabilidad política.
A1 ilustrar las consecuencias de la hiperinflación experimentada por Alemania entre 1922 y 1923, el economista Lionel Robbins afirma en la introducción a la obra The Economics of Inflation: A Study of Currency Depreciation in PostWar Germany de C. Bresciani‑Turroni, lo siguiente:
La depreciación del marco (...) destruyó la riqueza de los elementos más sólidos de la sociedad alemana y dejó tras sí un desequilibrio moral y económico, preparando de esa manera el terreno para los desastres que la siguieron. Hitler es el hijastro de la inflación.

10. Indice de precios

De todo lo anterior se deduce que existe inflación, cuando se produce de manera persistente un aumento en el nivel general de los precios. Ello nos lleva a la necesidad de establecer algún mecanismo que permita medir la tasa de variación en el nivel de los precios.
Un índice de precios es una medida ponderada de los precios, con la que se puede calcular la variación que con respecto a un año base han experimentado, en un momento dado, los precios de un conjunto o "cesta de productos". El peso relativo que se le da al precio de los distintos bienes y servicios, incluidos dentro de la mencionada "cesta o canasta", varía de acuerdo con la importancia económica que corresponde a cada uno de ellos. De esta forma, se puede calcular una variación promedio representativa, de la evolución en el comportamiento de los precios individuales incluidos en la muestra.
Conviene aclarar que ante la imposibilidad de medir las variaciones que experimentan los precios de todos de los bienes existentes en una economía, se debe seleccionar un conjunto de ellos que se considere representativo del total. A la muestra así seleccionada, se le da el nombre de "cesta o canasta".
Para determinar el Indice de Precios al Consumidor (en el área metropolitana de Caracas), el Banco Central de Venezuela ha diseñado una "cesta" que considera representativa de los gastos medios típicos de las familias. A los efectos de determinar adecuadamente los componentes de dicha cesta, elaboró una Encuesta de Presupuestos Familiares. En base al resultado de dicha Encuesta, la mencionada muestra incluye los bienes que se señalan en el cuadro siguiente, cuyas variaciones de precios son posteriormente medidas mediante una nueva muestra de establecimientos de comercios al detal y servicios, que a tales efectos diseñó también el BCV:

Alimentos y bebidas
Cereales y productos derivados                Raíces feculentas y derivados
Leguminosas y semillas oleaginosas           Azúcares, mermeladas y dulces
Hortalizas                                             Frutas
Carnes y sus preparados                         Carnes de ave
Pescados y mariscos                               Huevos
Leche y sus derivados                             Grasas y aceites
Productos alimentarios varios                   Alimentos especiales para niños

Refrescos y bebidas no alcohólicas            Alimentos tomados fuera del hogar

Tabacos

Gastos del hogar

Vivienda y servicios                                          Combustible y alumbrado

Ropa y enseres                                                        Equipos del hogar
Vehículos                                                       Gastos diversos del hogar

Gastos diversos
Asistencia médica y hospitalización                      Cuidado personal
Instrucción y cultura                                         Distracciones y diversiones
Transporte                                                     Seguros y otras obligaciones

Servicios                                                        Comunicaciones

Impuestos                                                      Otros bienes y servicios
Vestido y calzado
Ropa y calzado para hombres                        Ropa y calzado para mujeres
Ropa y calzado para niños                             Ropa y calzado para niñas
Ropa y calzado para bebé


En total, para elaborar el Indice de Precios al Consumidor (IPC), el Banco Central de Venezuela mantiene una vigilancia sobre las variaciones relativas en los precios de aproximadamente 400 ítems, comprendidos dentro de los grupos y subgrupos citados en la "cesta" anterior, todos los cuales integran el Indice de Precios al Consumidor para el área metropolitana de Caracas.
Los índices de precios más comúnmente utilizados son el Indice de Precios al Consumidor (IPC), el Indice de Precios al Mayor y el Deflactor del PNB.



11. Índice de precios al consumidor


La medida más comúnmente utilizada para medir la inflación es el Indice de Precios al Consumidor. A través del mismo se pueden medir las variaciones que experimentan los precios de un conjunto de bienes y servicios incluidos en una "cesta", que como antes se dijo, se considera representativa del conjunto total de gastos en que deben incurrir los consumidores típicos.
Para determinar el IPC, se le atribuye a cada bien incorporado a la "cesta" un peso fijo proporcional a su importancia relativa en los presupuestos de gastos de los consumidores. Posteriormente se calcula lo que vale la mencionada "cesta" en un momento dado, con respecto a un año base en el cual se asume que su valor es 100.
Cuando leemos en la prensa las declaraciones que hacen los economistas en relación con las cifras que ha alcanzado la inflación, por lo general se están refiriendo a las variaciones que en un período determinado se han producido en el Indice de Precios al Consumidor con respecto al período anterior.
La economía venezolana se había caracterizado por experimentar tasas de inflación muy bajas. Por ejemplo, entre los años 1960 y 1972, la inflación promedio apenas alcanzó un 1,60%. A partir del año 1974, a raíz del aumento de los precios del petróleo que se produjeron como consecuencia del embargo petrolero árabe, la economía del país comenzó a experimentar profundas transformaciones que desataron, por primera vez en muchas décadas, marcadas presiones alcistas en los precios. Igual fenómeno se repite a finales de 1979, como consecuencia del aumento de los precios petroleros que ocurre con motivo de la caída del Shah de Irán. Ambos incrementos en los precios de los hidrocarburos, hicieron pensar a los gobiemos venezolanos de turno, que podrían contar de manera permanente, con unos ingresos crecientes. Lamentablemente la historia fue otro Cada subida en los precios de los hidrocarburos, fue seguida por una fuerte caída de los mismos, como por ejemplo lo que ocurrió en 1986.

           Figura 4. Índice de Precios al Consumidor
           Área Metropolitana de Caracas 1984 = 100
               *Estimado. Fuente: Banco Central de Venezuela.



La experiencia demuestra que los gobiernos, que se adaptan muy fácilmente a las subidas de ingresos fiscales, no saben ajustarse con igual agilidad a una disminución de los mismos. El resultado es que se embarcan en una serie de planes y proyectos de toda índole que después no pueden detener. Como resultado de ello terminan por incurrir en fuertes endeudamientos externos y en agudos déficits fiscales.
Finalmente, con el objeto de cubrir los cuantiosos déficit que resultan de su indisciplina fiscal, nuestros gobiernos se vieron obligados a recurrir sucesivas devaluaciones de la moneda. Puesto que la mayor parte de los ingresos fiscales del país son en dólares ‑por provenir de nuestras exportaciones petroleras— la devaluación tiene para el sector publico una ventaja especial: transforma un mismo número de dólares en mayor número de bolívares. El mayor número de bolívares así percibidos, permite enjugar el déficit fiscal a corto plazo.
Lamentablemente, a través del mecanismo de la devaluación, el sistema económico venezolano se ve inundado por una enorme masa de bolívares, que por no encontrar ubicación en la economía ni generar un incremento paralelo en la producción de bienes y servicios, no hace otra cosa que ejercer una doble presión sobre el nivel general de los precios y sobre el tipo de cambio.
En un intento por paliar tales "consecuencias secundarias" de la devaluación, el Banco Central de Venezuela ha intentado recoger los excedentes de liquidez mediante la emisión de bonos Cero Cupón, incrementos en los encajes legales y otras medidas de política monetaria. No obstante, cabe señalar, que las medidas de política monetaria son un mal substituto de la disciplina fiscal. La única forma de frenar la inflación en Venezuela, al igual que ocurre en todas partes, es reduciendo es gasto público. De nada valdrán todas las medidas de ajuste que intenten aplicar nuestros gobiernos, si no atacan de frente el problema fundamental que padece nuestra economía: la inflación.

Figura 5. Variación interanual del IPC

Área Metropolitana de Caracas
                     *Estimado. Fuente: Banco Central de Venezuela.

Mientras que las estrategias para superar la crisis se basen en estimular la actividad económica a través del gasto público, se podrá lograr, a no dudarlo, un crecimiento de la economía; pero los beneficios de tal crecimiento no "permearán" fácilmente a vastos sectores de la población, cuya cuota de provecho resultará insidiosamente escamoteada por la inflación.
Lo inexplicable de la situación planteada radica en que Venezuela cuenta con inmensas reservas de petróleo, de gas natural y de infinidad de otras riquezas con las cuales la dotó la naturaleza, cuya explotación en mayor medida, permitiría al país obtener enormes ingresos que podrían cubrir sus más variadas necesidades sin que para ello haya que incurrir en déficits fiscales. Puesto que no contamos con recursos para explotar tales riquezas, necesariamente tendremos que asociarnos, tarde o temprano, con quien pueda aportar las inversiones que el sector público venezolano no está en condiciones de realizar. Ello por supuesto implica buscar mecanismos de asociación con capitales foráneos, dejando a un lado viejos complejos nacionalistas, que surgieron de una época en que el país no contaba con gente preparada y capaz de negociar de quien a quien con las empresas transnacionales. Quienes aún se aferran a ese complejo, le infringen un profundo daño a la economía del país y manifiestan un incomprensible desprecio por la capacidad gerencial del venezolano de hoy.

12· Índice de precios al mayor

Este índice, como su nombre la indica mide la variaciones de precios que a nivel de mayoristas experimentan una serie de productos, tanto nacionales como importados.
En Venezuela, el BCV ha elaborado también una larga lista de grupos y subgrupos de ítems, cuyas variaciones de precios son revisadas periódicamente. Entre los principales grupos de bienes considerados están los siguientes: Productos Agropecuarios, que incluyen productos agrícolas, avícolas y pecuarios, pescados y mariscos; Productos Manufacturados, en los que incluyen productos alimenticios, bebidas y tabacos, productos textiles y de cuero, productos de madera y corcho, muebles, papel para imprenta y editoriales, substancias y productos químicos derivados del petróleo y del carbón, de caucho y plástico, productos minerales no metálicos, excepto derivados del petróleo, productos metálicos básicos, productos metálicos, maquinarias y equipos, otras industrias manufactureras.

13. El deflactor del producto interno bruto

El Deflactor es un índice de precios a través del cual se convierte una cantidad nominal en otra real. El Deflactor del PIB se obtiene mediante la siguiente fórmula:

Deflactor del PIB =    PIB a precios corrientes x 100
PIB a precios de 1984

Por Producto Interno Bruto (PIB) se entiende la suma de todos los bienes y servicios finales producidos y prestados en el país en un período determinado, independientemente de la nacionalidad o residencia de los factores de producción.
Por "precios corrientes" se entiende aquellas unidades monetarias en las cuales no se ha eliminado el efecto de la inflación. A diferencia de los anteriores, al hablar de "precios constantes", nos referimos a unidades monetarias reales que han sido deflactadas, o sea, aquellas en las que se han eliminado los efectos de la inflación. Los precios constantes están pues referidos a un año base.
Al explicar el Deflactor del PIB, el economista y académico español Francisco Mochón afirma:
...si el PIB nominal en un año era de 100 unidades y pasó a ser 110 en el periodo siguiente, experimentando un crecimiento del 10%, ello se habrá debido a dos elementos: al crecimiento "real" de la producción y al aumento de los precios. Si los precios crecieron un 6%, sólo se puede atribuir un 4% al incremento del producto real.
Puesto que el Producto Interno Bruto es considerado como uno de los indicadores fundamentales de la actividad económica de una nación, el Deflactor del PIB constituye el índice que más se acerca al concepto de índice general de precios.
Apliquemos la fórmula anterior a fin de obtener el deflactor de PIB en el caso de la economía venezolana en 1990. Para el referido año, el PIB a precios corrientes alcanzó a 2.264.030 millones de bolívares. Por otra parte, el PIB medido a precios constantes de 1984 fue, de acuerdo con el BCV, de Bs. 473.031 millones:
Deflactor del PIB       2.264.030 x 100 = 479
   473.031  
Utilizando la misma fórmula, podemos obtener la serie completa del índice que estamos analizando, entre 1984 y 1990.
Fig. 6. Deflactor del PIB (Base: 1984 = 100)    Fuente: Banco Central de Venezuela.

14. Deflación

De forma contraria a la inflación si la curva de demanda agregada (DA1), está por debajo del nivel de renta equilibrio, lo que significa, que el gasto de la sociedad es más bajo que el del equilibrio, como sabemos cuando la demanda agregada es baja, es sinónimo de desempleo, entonces ocurre una situación de deflación, que se caracteriza por la baja del nivel de precios, pero si analizamos mejor la demanda agregada, desde el punto de vista de la inversión, que es generadora de empleo, y si es baja traerá como consecuencia desempleo, lo que a su vez disminuye el consumo, y al disminuir el consumo las empresas deben reducir sus niveles de producción, por la acumulación de existencias y perdidas, (la razón que hace bajar los precios), que trae como consecuencia más desempleo.
Los bajos niveles de producción, son un factor de estancamiento, porque la producción es sinónimo de crecimiento económico, entonces por toda esta cadena de factores, la economía entra a una etapa recesiva.
Por otra parte la poca inversión, puede estar dada por las altas tasas de interés, por lo que la gente prefiere ahorrar, que gastar y al mismo tiempo recoge el dinero en circulación. Además los bajos niveles de precio, dan a entender al consumidor que no hay una necesidad urgente de comprar bienes, por que mañana estarán al mismo precio, o por otro lado, el ingreso es menor, lo que limita el poder adquisitivo de los consumidores, y sigue el circulo vicioso.
Deflación: es la reducción de los precios.
Deflación: es cuando la demanda agregada es menor que el nivel de renta nacional de equilibrio.

 

15. Soluciones o medidas contra la inflación.

15.1 Salidas fiscales
Políticas fiscales. Son un conjunto de medidas que adopta el gobierno para modificar el gasto público de la sociedad, con el objetivo de dar mayor estabilidad al sistema económico, que busca el equilibrio.
El gasto público.
El gasto público, como sabemos es parte de la demanda agregada, que está compuesta por el consumo, la inversión y el gasto público, en esta situación puede influir en la demanda agregada, para reducirla o aumentarla, según sea el caso inflación o deflación, a través de inversiones, aumento de salarios o de impuestos.
Impuesto sobre la renta personal
Tiene como propósito aumentar o reducir el ingreso disponible de la sociedad, según sea la situación inflación o deflación, en este último caso se reducirían los impuestos con el fin de aumentar el gasto, por el contrario se reducirían para disminuir el gasto.
Impuesto progresivos sobre la renta
Es una taza de impuesto que varía en relación directa con el ingreso personal. De esta forma las personas pagaran impuesto dependiendo de que su ingreso aumente o disminuya.
Compensaciones monetarias
Son políticas aplicadas por el gobierno, en las recesiones económicas, ya que se ha observado que existe una reducción en el ingreso personal, y por ende una reducción en la demanda agregada, a través de esta política se mantendría el gasto de la sociedad, y las empresas no reducirían tanto su ventas y los desempleados o trabajadores no perderían tanto el poder adquisitivo.
15.2 Salidas monetarias
Devaluación es la reducción del valor de la moneda, con respecto a otra extranjera, lo cual significa una reevaluación de la moneda extranjera
Revaluación. Solo es posible cuando hay superávit en la balanza de pago. Consiste en darle más valor a la moneda, lo que encarecerá las exportaciones, es decir, traerá más divisas y hará más baratas las importaciones
Cambio total de la moneda. Se da en casos extremos de hiperinflación, donde el nivel de inflación es tan alto que los precios se calculan por millones, ante una situación así, pocos pueden hacer las demás políticas, la opción más viable es el cambio de moneda.
Ejemplo: el caso Argentino.
Desde el punto de vista estructuralista, las políticas anti inflacionistas, producen reducciones en las rentas y los efectos de dichas políticas inciden mayormente para algunos agentes económicos que para otros.
Reconversión monetaria. A partir del 1 de enero del 2008 entró en vigencia la reconversión monetaria, que consiste en reducir la escala del Bolívar, eliminándole 3 ceros, es decir, si un millón de Bs. 1.000.000, se le eliminan 3 ceros, entonces serán 1000 Bs. fuerte, igualmente lo que eran 100.000 Bs. son 100 Bs. fuertes, esta moneda se denominaba BOLIVAR FUERTE.
Estas políticas implementadas por el banco central tienen el propósito de fortalecer la moneda, reafirmar el objetivo de estabilidad económica, y crecimiento económico.
Esta medida buscó una mayor eficiencia en el sistema del BCV, favoreciendo el manejo de cifras, el cálculo de transacciones económicas, como los registros contables.

En la política fiscal, el gobierno debe recortar el gasto público
Las políticas monetarias deben controlar la oferta de dinero, con altas tasas de interés.
Política cambiaria, tratar de acabar con los monopolios internos, importando productos con un precio competitivo con los de producción interna, impidiendo así el alza de los precios.
Todas estas políticas, tienen un efecto de corto plazo. Se debe combatir verdaderamente la inflación, atacando los desequilibrios que presente una economía.

16. Relación entre inflación y desempleo

Si lo analizamos desde el punto de vista de la demanda agregada, el incremento de esta sobre el nivel de renta nacional de ocupación plena, significaría un aumento del empleo, por el aumento de consumo e inversión, pero si fuera así, entonces la inflación sería algo bueno, las presiones inflacionarias recaen sobre la empresa y el consumidor, en el caso de la empresa ante esta presión, ya sea por aumento de los insumos o por el aumento de la renta de los trabajadores, tienen 2 opciones, la primera es no absorber la inflación y trasladarla a los consumidores, es decir, suben los precios, la segunda es absolverla, pero esto traería recortes de personal y otras estrategias para bajar los costos de producción.
Desde otro punto de vista afectaría a la ocupación, de acuerdo al tipo de inflación, ya que si una economía tiene una inflación galopante, no hay buenas perspectivas sobre el futuro, lo que no incentiva la inversión, y por ende no se genera empleo.

17. Consecuencias de la inflación

Unos ganan y otros pierden:

La inflación suele conducir a graves distorsiones que terminan por afectar de una forma u otra a todos los agentes que intervienen en el proceso productivo e incluso a todos los miembros de la sociedad. Las consecuencias del fenómeno no se distribuyen en forma equitativa en la colectividad. De hecho, mientras algunos pueden verse gravemente perjudicados, otros pueden llegar a percibir beneficios de la misma. A1 respecto, en el discurso pronunciado en Estocolmo en 1975, en la oportunidad en que recibía el Premio Nobel de Economía, Friedman opinaba:
Con la inflación, ciertos grupos (por ejemplo. los que poseen sus propias viviendas) salen beneficiados, mientras que otros (quienes han adquirido valores a interés fijo o han hecho imposiciones a largo plazo) experimentan quebrantos. En tales circunstancias, lo que normalmente parece prudente resulta muchas veces insensato, y viceversa.

Envilece el dinero y polariza la sociedad:

En principio, cabe señalar que la inflación se traduce en una disminución en el valor del dinero. Por ello, afecta en forma negativa a aquellos miembros de la sociedad que perciben ingresos fijos en términos nominales, así como a todos aquellos, cuyos ingresos crezcan a un ritmo menor que el del aumento que experimentan los precios. Suele decirse que la inflación beneficia a los deudores que hayan contraído sus obligaciones a tasas fijas de interés, en tanto que perjudica a los acreedores sometidos a las mismas condiciones.
El envilecimiento del dinero que acarrea la inflación genera un progresivo panorama de pesimismo en la sociedad. Tal pesimismo, tenderá a aumentar las tensiones existentes entre los integrantes de la misma. Por lo demás, el enfrentamiento entre los que de alguna forma salen ganando con el fenómeno y la gran mayoría que se perjudica, termina por provocar desajustes sociales y políticos, En relación a este problema, Friedman afirma:
Al enfrentarse perjudicados y beneficiados, la sociedad se polariza; crece el desasosiego político y el gobierno del país se hace más difícil, puesto que cada vez son más las personas que exigen la adopción de políticas más enérgicas.

Deteriora el salario real:

 La inflación perjudica a quienes perciben ingresos por vías de salarios. De hecho, a pesar de los aumentos de salarios que procuran obtener los sindicatos para sus afiliados o incluso de los aumentos de sueldos que propician por diversas vías los gobiernos para proteger a los trabajadores, tales suelen acarrear mayores incrementos en el nivel general de los precios, lo que termina por afectar negativamente el salario real. Existe al respecto un viejo dicho popular, que precisa muy bien las características del fenómeno al afirmar que "los salarios suben por las escaleras, mientras que los precios suben por el ascensor".

Redistribuye las rentas en forma poco equitativa:

La inflación tiende a redistribuir las rentas en forma poco equitativa. Con frecuencia se afirma que beneficia a los ricos y, sin duda alguna, perjudica a los pobres. Tal afirmación parece desde luego demasiado general, al menos en cuanto a su primera parte. Es probable que los propietarios de bienes inmuebles resulten beneficiados, ya que el valor de los mismos suele aumentar a un ritmo mayor que el de la inflación, sin embargo, aquellos que poseen una riqueza basada en bonos de rendimiento fijo, o bien que tengan acreencias con intereses de tal naturaleza, se verán perjudicados. Por el contrario, aquellos cuyo patrimonio esté representado en acciones por lo general saldrán ganando, ya que el valor de las acciones tiende a aumentar en este caso.

Genera escasez y perjudica a los consumidores:

Con la inflación, algunos empresarios pierden y otros ganan. Pierden las empresas que se ven afectadas por el aumento en las cargas impositivas que conlleva la inflación. Si el aumento de la carga impositiva es trasladado al precio de los productos, quienes pierden son los consumidores. Por otra parte, si los empresarios no pueden trasladar al precio de los productos el referido aumento impositivo, las empresas comenzarán en una primera fase a reducir sus utilidades, con lo cual desaparecerán los incentivos para realizar nuevas inversiones. En una fase posterior, generarán y acumularán pérdidas, y así, en algún momento, se verán obligadas a retirarse del mercado. La inflación termina por generar escasez. En tal caso, también termina perdiendo el consumidor, ya que una disminución en la oferta de bienes y servicios se traducirá en un aumento en el precio de los mismos.
Los perjuicios y beneficios que se derivan de la inflación dependen también en alto grado de la actitud que adopten los gobiernos frente al fenómeno. Por ejemplo, antes habíamos dicho que los propietarios de viviendas y de bienes inmuebles resultan favorecidos; ahora bien, si la actitud de las autoridades es la de regular las rentas que producen tales bienes, sus propietarios podrían verse perjudicados. Simultáneamente, también se verán perjudicados quienes necesitan alquilar bienes de esa naturaleza, ya que al regularse sus rentas, se reducirá la oferta de los mismos, como consecuencia de la falta de incentivos para producirlos

Incrementa la carga impositiva:

En definitiva, prácticamente todo el mundo está de acuerdo en que resulta necesario combatir la inflación. Quien tiene en sus manos la posibilidad de adoptar medidas para enfrentarla es el gobierno. Este ‑que por lo general es el causante del fenómeno a través de su propia indisciplina fiscal‑ puede irónicamente resultar beneficiado con el proceso. Quien realmente gana con la inflación es el gobierno. Mediante un proceso continuo de inflación, los estados pueden "confiscar", de manera inadvertida, una parte importante de las riquezas de sus ciudadanos. La inflación se traduce en un incremento de los ingresos fiscales, sin necesidad de modificar las leyes impositivas. Veamos: si los contribuyentes pagasen sus tributos sobre la base de una proporción constante de la renta nominal, la inflación no los afectaría. Puesto que una de las características de los impuestos es que son progresivos, la proporción del impuesto a pagar se incrementa al aumentar nominalmente las rentas de los contribuyentes, ya que por esta vía se deslizan hacia un tramo más elevado de las tarifas. En otras palabras, como la proporción de impuestos tiende a aumentar con el nivel de la renta nominal, la inflación ‑que eleva la renta nominal pero no la real— tiende a elevar los impuestos.
Fischer, Dombusch y Schmalensee, profesores de economía del M.I.T., afirman:
La inflación esperada, pero que no va acompañada de un ajuste institucional completo, provoca pérdidas, que son especialmente graves cuando está controlado el tipo de interés, cuando los impuestos sobre la renta del capital no son adecuados y cuando el deslizamiento de los intervalos impositivos eleva la deuda tributaria real. Para que los impuestos sean adecuados en una situación inflacionista, no debe gravarse el componente de los rendimientos de los activos correspondiente a la inflación.

Propicia el crecimiento del déficit fiscal:

E1 gobierno, que como antes vimos se beneficia, también suele preocuparse por los graves problemas sociales que acarrea la inflación, procurando con frecuencia reprimir sus manifestaciones mediante programas que tiendan a compensar a los sectores menos favorecidos de la colectividad. Estos programas adoptan la forma de subsidios y otras transferencias. Desde un enfoque estrictamente económico, pueden contribuir a agravar la situación, independientemente de lo justo que aparenten ser desde un punto de vista social. Cuando el gobierno no cuenta con ingresos suficientes para financiar programas de tal naturaleza, los esfuerzos por contribuir a aliviar la problemática social, por esta vía, lo inducen a incurrir en un déficit fiscal aún mayor, lo cual, no hace más que alimentar el proceso inflacionario, con las consiguientes repercusiones negativas en los sectores que se pretendía favorecer. En general, cada vez que intenta reprimir las manifestaciones de la inflación en lugar de atacar el mal por sus raíces mismas ‑enfrentando con decisión el déficit fiscal—, no logra otra cosa que introducir distorsiones que causan escasez e ineficiencias y que terminan por incidir en forma aún más negativa sobre la marcha de la economía.

Genera incertidumbre y entorpece la asignación de recursos:

En la medida que la inflación sea mayor, será también mayor la incertidumbre que impondrá a los miembros de la sociedad. En esta forma, el fenómeno puede acarrear no solamente una grave distorsión en la asignación de los recursos productivos, sino que puede llegar a afectar seriamente la actividad económica. Por ejemplo, incapaces de medir el rumbo que tomará a largo plazo el nivel general de los precios, los agentes económicos tenderán a desviar los recursos productivos hacia aquellas actividades que prometan ser más lucrativas a corto plazo. Así, en los momentos de inflación, se incrementan de manera substancial las actividades de carácter especulativo. Por el contrario, otras actividades quizás socialmente más necesarias, pero que requieren de una asignación de recursos a más largo plazo, tenderán a no realizarse, haciéndose cada vez más profundas discrepancias entre la demanda y la oferta de los bienes y servicios, que por esta razón dejan de producirse o se producen en menor cuantía. El déficit se concentrará en aquellas actividades que requieran de inversiones a largo plazo, puesto que este tipo es más sensible a la incertidumbre asociada a los procesos inflacionarios.

Estimula el acaparamiento, deteriora la propensión al ahorro, impone mayores riesgos a las inversiones e induce a los empresarios a incrementar su expectativas de utilidad:

A medida que avanza la inflación se pierde la confianza en los activos monetarios. La moneda se envilece. Los consumidores comienzan a acaparar bienes! pues resulta más conveniente adquirirlos ahora que conservar el dinero en forma líquida, dada la rápida erosión que experimenta el valor del signo monetario. La propensión al ahorro disminuye y con el objeto de captar fondos, las instituciones financieras se ven obligadas a aumentar substancialmente las tasas pasivas. de interés, que ofrecen a los ahorristas. Como resultado de ello, las tasas activas; también se incrementan, con lo cual las inversiones se tornan más riesgosas Frente a una situación de esa naturaleza, muchas inversiones dejan de realizarse o, en todo caso, los empresarios aspiran a una ganancia más elevada para compensar los mayores riegos en que deben incurrir, lo cual los induce a elevar, aún más, el precio de los bienes que producen.

Afecta negativamente la balanza de pagos:

La pérdida de la confianza en el valor del signo monetario también promueve, por parte de los agentes que participan en el proceso económico, la adquisición de divisas. Ello ocasiona fuertes tensiones en el sector externo de la economía, generando déficits en la cuenta de capitales de la balanza de pagos. A medida que tales déficits asumen mayor gravedad, los gobiernos se ven obligados a intervenir los mercados de divisas, para aplicar controles de cambio que frenen la fuga de capitales. Rara vez tales controles resultan eficaces y usualmente conducen a la aparición de mercados negros de divisas o a fenómenos de corrupci6n ligados a la administración de los mismos.

Distorsiona el mecanismo de los precios:

La inflación distorsiona el funcionamiento del mecanismo de los precios. Hayek afirmaba que una de las funciones fundamentales del sistema de precios en el mercado es la de transmitir de un modo conciso, eficiente y barato la información requerida por los agentes económicos a la hora de decidir qué, cuánto y cómo producir. En otras palabras, el sistema de precios garantiza la más eficiente utilización de los recursos disponibles.
Ahora bien, mientras mayor sea la inestabilidad en los precios acarreada por la inflación, más difícil resultará aprovechar la información suministrada por los mismos. En tal sentido, el fenómeno inflacionario introduce en la economía graves efectos que terminan por afectar negativamente los niveles de productividad, contribuyendo al mismo tiempo a hacer más ineficaz la asignación de lo recursos productivos.
En conclusión, cabe afirmar que la inflación perjudica o beneficia en forma aleatoria a los miembros de la colectividad. Se produce, como antes se dijo, una distribución poco equitativa de las rentas.