LA INFLACIÓN: CONCEPTOS BÁSICOS
1. Introducción
La
inflación es un fenómeno tan antiguo, que se remonta a la aparición del dinero
como medio de intercambio. De hecho, las únicas sociedades inmunes al riesgo
inflacionario serían aquellas en las cuales el intercambio de mercancías se
realizase solamente a través del trueque. Ello se debe a que en esencia, la
inflación es un fenómeno monetario.
A
lo largo de la historia existen infinidad de ejemplos que ponen de manifiesto
el daño que puede experimentar una sociedad como consecuencia del problema que
estamos analizando. En las economías modernas el fenómeno puede llegar a
adquirir tal relevancia, que al referirse a la inflación Lenin llegó a afirmar:
"La mejor forma de destruir la civilización occidental, sin disparar un
solo tiro, es desquiciar su moneda".
Las
consecuencias que se derivan de un proceso inflacionario pueden llegar a
adquirir características verdaderamente catastróficas, al perturbar las bases
mismas sobre las cuales se asienta la actividad económica de una nación. Vale
la pena analizar con detenimiento el fenómeno que nos ocupa.
Con
frecuencia suele afirmarse que existe inflación por el mero hecho de que los
precios sean altos. Esto último, por sí solo, no constituye una prueba de que
ella exista. Conviene pues comenzar par definir el fenómeno. Al respecto Sabino
precisa el término en su "Diccionario de Economía y Finanzas".
La
inflación consiste en un aumento general del nivel de precios que obedece a la
pérdida de valor del dinero. Las causas concretas e inmediatas de la inflación
son diversas pero, en esencia, se produce inflación cuando la oferta monetaria
crece más que la oferta de bienes y servicios.
De
la explicación anterior se deduce que cuando la cantidad de dinero a la
disposición del público crece a mayor velocidad que los bienes y servicios que
a éste se le ofrecen, el dinero será cada vez más abundante. En tal caso, el
dinero se comportará como cualquier otra mercancía, aplicándosele al mismo los
postulados de la Ley
de la Oferta y
la Demanda:
un exceso en la oferta de dinero provocará una merma en su valor, haciendo que
se requiera entregar más unidades monetarias para obtener una misma cantidad de
bienes. En otras palabras, un aumento en la masa monetaria, que no se traduzca
en un aumento paralelo en la producción de bienes y servicios implicara
sencillamente que un mayor número e unidades monetarias estarán compitiendo por
adquirir una misma cantidad de bienes. E1 resultado no será otro que un aumento
en el precio de los últimos.
En
teoría, el aumento de los precios provocado por un excedente en la oferta
monetaria debería terminar con la inflación una vez que se hubiese igualado la
demanda con la oferta a un nuevo nivel de precios más elevado. Lo verdaderamente
pernicioso del fenómeno inflacionario es su carácter acumulativo. Así, en la
práctica, unos precios más altos provocan costos más elevados lo cual a su vez
conduce a precios aún más altos. lo cual induce a una mayor emisión de dinero.
Se crea pues un círculo vicioso en el cual
precios y costos van incrementándose en forma sucesiva v progresiva. De no
romperse este círculo a través de medidas concretas de política fiscal y
monetaria, el proceso continuaría, teóricamente, de manera indefinida, llegando
a transformarse en un fenómeno que se autoalimenta conocido comúnmente bajo la
denominación de "espiral inflacionaria".
De los diversos conceptos hasta ahora
mencionados se puede deducir que la inflación implica un aumento continuo y
generalizado en el nivel de los precios y servicios que se producen y se
prestan en una economía, lo cual evidentemente conlleva una merma en el poder
adquisitivo del dinero.
Se destacan en la definición anterior los
términos "continuo y generalizado", a fin de resaltar que un alza en
el precio de algunos productos específicos, resultado de situaciones
excepcionales ‑como las que surgirían a raíz de malas cosechas o de
disminuciones temporales en la oferta de algunos bienes, o también aquellas que
se manifiestan por ejemplo en caso de huelgas u otras contingencias
transitorias— no pueden ser considerados como inflación. En los casos antes
mencionados, una vez superada la situación extraordinaria que provocó la
escasez de algunos bienes y el consiguiente aumento de sus precios, el nivel de
los mismos debe volver a la normalidad, con lo cual quedaría descartada la
condición de "continuidad" implícita en el concepto de inflación. En
esos mismos casos, habría igualmente que desechar el concepto de aumento
"generalizado", ya que los precios afectados se limitarían al de
aquellos productos cuya oferta se vio temporalmente reducida.
2. Keynes y los monetaristas
Expresada
en sus términos más simples, la economía de un país puede ser representada
gráficamente mediante una balanza. En uno de sus platillos debemos colocar el
monto de la masa monetaria que circula. Imaginemos que en el otro se coloca el
valor total de los bienes y servicios que se producen y se prestan. Mientras el
monto de la masa monetaria corresponda al valor de los referidos bienes y
servicios, la economía se mantendrá en equilibrio. Ahora bien, si se llegase a
incrementar el peso relativo del primer platillo, sin agregar un monto
equivalente en el otro, el resultado sería un incremento en los precios; es
decir, inflación.
Insistimos
en que el ejemplo anterior constituye una mera simplificación. Sin embargo,
consideramos que la mencionada representación gráfica sirve para captar en
términos bastante sencillos el concepto de la inflación.
Fig. 1
Inflación
Desde
el punto de vista keynesiano, la relación entre la oferta monetaria y el nivel
de los precios no es tan directa como lo sugiere el ejemplo de la figura 1.
Para Keynes, la variable fundamental es la demanda agregada. Desde su óptica, la
inflación sólo se presentará cuando la demanda total sea mayor que el nivel de
producción de pleno empleo. De esta forma, el origen de la inflación radica en
que la demanda en términos monetarios es mayor que la oferta limitada de bienes
y servicios. Consideraba el célebre economista que un aumento en la oferta
monetaria podría estimular la demanda agregada, lo cual se traduciría en un
aumento en los niveles de producción, hasta que se llegase al punto, en el cual
se hubiese alcanzado el pleno empleo. A partir de ese punto, cualquier
ampliación de la oferta de dinero se traduciría simplemente en aumento en los
costos. Al respecto, Keynes sostiene en su Teoría
General de la ocupación, el interés y el dinero lo siguiente:
Mientras
haya desocupación, la ocupación cambiará proporcionalmente a la cantidad de
dinero; y cuando se llegue a la ocupación plena, los precios variarán en la
misma proporción que la cantidad de dinero.
Estableciendo el
momento a partir del cual un incremento en la oferta monetaria deja de
estimular la demanda agregada y da lugar a la aparición del fenómeno
inflacionario, Keynes sostiene:
Cuando
un nuevo crecimiento en el volumen de la demanda efectiva no produce ya un
aumento en la producción y se traduce sólo en un alza de la unidad de costos,
en proporción exacta al fortalecimiento de la demanda efectiva, hemos alcanzado
un estado que podría designarse apropiadamente como de inflación auténtica (. .
.) Es probable que cada aumento anterior en la cantidad de dinero, en la medida
en que hace subir la demanda efectiva, se traduzca en una elevación de la
unidad de costos y un aumento de la producción.
Nuevamente
vuelve a referirse Keynes a los efectos que, sobre el nivel general de los
precios tendrían los incrementos netos de inversión una vez que se ha alcanzado
el pleno empleo:
Cuando
se alcanza la plena ocupación, cualquier intento de aumentar la inversión
todavía más pondrá en movimiento una tendencia de los precios a subir sin
limitación, independientemente de la propensión marginal a consumir, esto es,
nos encontramos frente a un estado de inflación verdadera. En esta situación,
sin embargo, el crecimiento de los precios irá acompañado de un aumento del
ingreso global real.
Al
analizar más detenidamente el enfoque keynesiano, cabe llegar a la conclusión
de que en definitiva también el exceso en la cantidad de dinero circulante
termina por ser la causa de la inflación. Como ya se vio, Keynes consideraba
que el fenómeno aparece cuando la demanda, medida en términos monetarios, pasa
a ser mayor que la oferta de bienes y servicios que se logra una vez alcanzada
la situación de pleno empleo.
La
postura adoptada por la teoría monetarista sostiene que un incremento en la
cantidad de dinero no produce a corto plazo efectos reales sobre la producción
y el empleo. Analizando el fenómeno de la inflación, el Profesor Milton
Friedman —Premio Nobel de Economía— pronunció en diciembre de 1974 en la Graduate School of
Business de la Universidad
de Pittsburg, una conferencia titulada "¿Es la inflación una enfermedad
incurable?" En tal ocasión, el laureado economista afirmó: La causa
próxima de la inflación es siempre y en todas partes la misma: un incremento
demasiado rápido de la cantidad de dinero en circulación con respecto a la
producción. Sobran pruebas histéricas en apoyo de esta tesis, tomadas de las
más diversas épocas y países. Nunca ha habido un período de inflación dilatado
y continuo que no haya ido acompañado de un crecimiento del circulante superior
a la producción. Y siempre que se ha incrementado la cantidad de moneda en
circulación en medida superior a la producción han aparecido los
correspondientes fenómenos inflacionarios.
Para
Friedman, la inflación la inducen los gobiernos al aumentar la cantidad de
moneda más rápidamente que la producción. Tres son las causas de que ello
ocurra, según cita Friedman en la ya aludida conferencia:
Una
de ellas, vigente desde hace muchos siglos, es que los gobiernos, obligados a
gastar, no se abreven a elevar abiertamente las cargas impositivas. Recurren
por ello a un impuesto encubierto que es la inflación (...) La inflación es un
tipo de impuesto muy peculiar. Se trata del único tributo que puede ser
introducido sin que nadie deba refrendarlo mediante su voto. Ningún congresista
se vio en la necesidad de levantarse y decir: "Yo voto por la
inflación". Pero ello no significa que deje de tratarse de un verdadero
impuesto directo, cobrado en los pedazos de papel que para pagar sus programas
el gobierno imprime. Es también un impuesto indirecto, porque a medida que la
inflación avanza, el contribuyente se ve incluido en escalones cada vez más
elevados de la progresividad fiscal, con lo que, sin necesidad de que la ley
sea modificada, queda sometido a mayores tipos impositivos.
La
segunda causa aludida por Friedman es el compromiso que los gobiernos suelen
asumir de propiciar políticas de pleno empleo, recurriendo para ello a
incrementos en el gasto público, mediante el simple expediente de incrementar
la emisión de billetes:
Los
gobiernos no han provocado deliberadamente los altos niveles de inflación que
hoy experimentamos. Son éstos consecuencia indeseada de otras medidas, tales
como la política de pleno empleo y de bienestar social, que han obligado a
aumentar en exceso el gasto público.
En
opinión de este economista, la tercera causa de la inflación la dan las
erróneas políticas aplicadas por los bancos centrales, los cuales han creído
que les incumbía controlar los tipos de interés, cuando su verdadera misión
debería consistir en regular la cantidad de dinero en circulación. En su empeño
por controlar las tasas de interés han propiciado aumentos en la oferta
monetaria imprimiendo nuevos medios de pago. E1 resultado final ha sido que los
tipos de interés alcanzaron niveles muy superiores a los que les correspondían,
de haber seguido las autoridades una política monetaria más acertada. Después
de analizar las causas de la inflación, pasa Friedman a proponer el remedio
para la misma:
Cualquier
economista sabe lo que hay que hacer, y yo no recurriré a circunloquio alguno:
la única manera de acabar con la inflación estriba en no permitir que el gasto
público crezca tan rápidamente. El gobierno debe gastar menos; debe atemperar
el aumento del circulante. Ninguna otra fórmula permitirá alcanzar el objetivo
apetecido. Sólo la aludida mecánica permitirá frenar la inflación (...) Si
decidimos ponerle remedio, sufriremos inevitablemente un período de más
reducido crecimiento económico, durante el cual el nivel de paro también será
mayor. Todo ello resulta inevitable, pues, para acabar con la inflación, es
necesario frenar el gasto total.
3.· El papel del déficit fiscal
Tal
como lo sostiene Friedman, el exceso de gasto público es probablemente una de
las causas fundamentales de la inflación, ya que constituye el origen de las emisiones
inorgánicas de dinero a las que suelen recurrir los gobiernos para financiarlo.
Ahora bien, lo verdaderamente importante a la hora de analizar el efecto
negativo que el déficit fiscal pueda tener sobre la inflación, depende de los
mecanismos que se adopten para financiarlo. Al respecto, el mencionado
economista afirma:
Los
gastos gubernamentales pueden ser inflacionarios o no. Serán inflacionarios
fuera de toda duda si se financian creando moneda, o sea imprimiendo billetes o
creando depósitos bancarios. Si se financian con impuestos o con empréstitos
públicos, el principal efecto es que el gobierno gasta los fondos en lugar del
contribuye...
Lamentablemente,
los gobiernos apelan con excesiva frecuencia a las emisiones de dinero
inorgánico para financiar sus gastos. Este tipo de políticas ha adquirido
rasgos dramáticos en muchos países, los cuales se manifiestan en toda su
gravedad cuando se llega a situaciones extremas como aquellas que desembocan en
casos de hiperinflación. Con respecto a este fenómeno, Samuelson y Nordhaus,
señalan en su libro Economía:
La
hiperinflación más documentada se produjo en Alemania durante la República de Weimar
(...) el gobierno liberó las imprentas de dinero, elevando tanto el dinero como
los precios a niveles astronómicos. Entre enero de 1922 y noviembre de 1923, el
índice de precios pasó de 1 a
10.000.000.000. Si alguna persona tenia un bono de 300 millones de dólares a
principios de 1922, éste no valía ni una goma de mascar dos años más tarde.
Muchas
naciones latinoamericanas se han visto también plagadas por situaciones
hiperinflacionarias. Quizás el caso más grave fue el de Bolivia, donde la
inflación llegó a alcanzar tasas del orden del 24.000% anual en 1985. No
obstante, esa nación también es un ejemplo de lo que los gobiernos pueden
lograr cuando se empeñan en combatir con decisión el mal inflacionario. Después
de aplicar un severo recorte al déficit fiscal y adoptar fuertes restricciones
monetarias y fiscales, de reemplazar el "peso" por el "boliviano"
‑al cual se le eliminaron seis ceros con respecto a la denominación anterior—,
de permitir que su nueva moneda flotase libremente en una subasta diaria en la
que se fija su cotización con respecto al dólar, de decretar la libertad en los
precios de los bienes y servicios y liberar las tasas de interés en los
mercados financieros y de modificar radicalmente su sistema tributario, Bolivia
logró reducir sus asombrosos niveles inflacionarios a una modesta tasa del
orden del 10% anual. Para lograr esto, sin duda tuvo que asumir un elevadísimo
costo social. Cabe preguntarse cuál hubiera sido el trágico futuro del pueblo
boliviano, de no haberse adoptado las duras medidas antes mencionadas.
En
Venezuela —que a diferencia de otras naciones latinoamericanas cuenta con la
fortuna de disponer de una importante renta proveniente de su sector petrolero—
los gobiernos no han tenido que recurrir a las emisiones inorgánicas de dinero
para cubrir su indisciplina fiscal. Sin embargo, además del endeudamiento,
recurren a un mecanismo que en nuestro caso produce consecuencias muy similares
a las de las citadas emisiones inorgánicas de dinero: la devaluación. A través
de la devaluación, transforman un mismo número de dólares provenientes de la
renta petrolera en un mayor número de bolívares con los cuales cubrir el
déficit fiscal. En otras palabras, la devaluación le permite al gobierno
imprimir un número mayor de billetes con los cuales atender las necesidades
excesivas del sector público.
4. Inflación de costos
Algunos
economistas consideran que una explicación para el origen del fenómeno
inflacionario, puede encontrarse en la llamada "inflación de costos".
Así, el fenómeno se iniciaría cuando los costos se ven afectados por
incrementos que superan los niveles de productividad.
Paul
Wonnacott y Ronald Wonnacott definen el fenómeno de la siguiente forma:
La
inflación por empujón de los costos tiene lugar cuando los salarios y otros
costos se elevan y se trasladan a los consumidores en forma de mayores precios.
Los precios son "empujados hacia arriba" por los costos crecientes.'
Algunos
autores suelen atribuirle el origen del aumento de los precios a la presión que
ejercen los sindicatos. Cuando estos últimos son excesivamente poderosos,
pueden llegar a imponer aumentos salariales que no se corresponden, como ya se
dijo, con los niveles de productividad del factor trabajo. Dada su influencia
política, los sindicatos han llegado a adquirir tal importancia que con
frecuencia pueden ejercer poderes monopolistas muy extensos para reforzar las
reivindicaciones salariales. Así, las organizaciones monopolistas de
trabajadores, procuran plantear reclamaciones salariales que no se diseñan para
promover el empleo de un mayor número de trabajadores, sino más bien para
mejorar los ingresos de los miembros de cada sindicato en particular.
Se
inicia así una secuencia en la que los sindicatos, organizados como grupos de
presión con enorme influencia política, logran imponer las reivindicaciones que
reclaman. Por su parte las empresas ‑en particular las que operan en mercados
diferenciados y menos competitivos— cubren el incremento de sus costos
derivados de las elevaciones de salarios, trasladando simplemente tales
incrementos a los precios de sus productos. En la medida en que este tipo de
conducta por parte de sindicatos y de empresas tiende a propagarse, se produce
un aumento en el nivel general de los precios, que termina por afectar
negativamente el salario real de los trabajadores, a pesar de los incrementos
que han recibido en sus salarios nominales. E1 impacto que una situación como
la descrita tiene en la economía se hace mayor, debido a que, habiendo
conseguido aumentos salariales que provocaron un aumento en los precios, los
sindicatos proceden a continuación a justificar nuevas reivindicaciones alegando
para ello la subida en el costo de la vida. Frente al nuevo aumento de precios
así inducido, los sindicatos vuelven a exigir nuevos aumentos de salarios, lo
cual conduce a su vez a nuevos incrementos de precios y así sucesivamente. Todo
este proceso va desde luego acompañado de un incremento en la oferta monetaria,
puesto que de no producirse este fenómeno, la masa de dinero no sería
suficiente para cubrir los incrementos de precios y salarios. De la manera
señalada, puede llegar a crearse una espiral "salarios‑precios‑salarios".
Situaciones
como las antes señaladas se han presentando en Venezuela, cuando el gobierno,
preocupado por las presiones inflacionarias ‑surgidas fundamentalmente de su
falta de disciplina fiscal— procedió en diversas oportunidades a decretar
aumentos generales de sueldos y salarios, que no guardaban relación alguna con
los aumentos de productividad. Desde luego, si bien la intención no era otra
que la de proteger el nivel de vida de los trabajadores, a la larga el
resultado terminó perjudicando a quienes se pretendía beneficiar. El efecto
que, medidas de tal naturaleza, tuvieron sobre los precios fue tan marcado, que
en definitiva el salario real de los trabajadores terminó por verse afectado
negativamente, a pesar de los incrementos en los salarios nominales decretados
por el gobierno.
Un ejemplo típico de la situación descrita lo
encontramos en el Aumento General de Sueldos y Salarios aprobado por el
Gobierno Nacional mediante Decreto No. 1.590 de fecha 15‑5‑91. En tal
oportunidad, los salarios de los trabajadores urbanos y rurales se
incrementaron en base a una escala que iba desde un 17 hasta un 21%.
Flaco
favor se les hizo a los trabajadores mediante el referido Decreto, ya que los
efectos que el mismo generó sobre el nivel general de los precios, fueron una
de las causas determinantes de que la inflación alcanzase en 1991 una tasa del
31%. El salario real de los trabajadores se vio pues afectado negativamente.
Al
analizar la inflación de costos, los economistas afirmaban que no debía
producirse en momentos de recesión; pero la experiencia más reciente nos
indica, que el nivel general de los precios puede perfectamente subir durante
los períodos recesivos, debido a que el costo del trabajo, del capital y de las
materias primas tiende a aumentar incluso en una economía que disponga de
recursos ociosos. En el gráfico siguiente podemos comprobar como una inflación
por tirón de los costos se traduce en una disminución en el Producto Nacional
real
Fig. 2 Inflación de costos
En
el caso de una inflación de costos, la curva de la oferta agregada OA se
desplaza hacia la izquierda y hacia arriba hasta ubicarse en OA'. Por su parte,
la curva de la demanda agregada DA no experimenta modificación alguna. El nuevo
punto de equilibrio entre la oferta y la demanda agregada se traslada de A
hasta B. Como puede observarse en el gráfico, los nuevos costos son trasladados
al consumidor, con lo cual los precios aumentan de P a P'. El incremento de los
precios va acompañado por un descenso en el nivel de producción lo cual se
evidencia al constatar que el Producto Nacional real disminuya de C a C'.
Al
respecto, Samuelson y Nordhaus sostienen que:
Cuando
los Costos presionan al alza sobre los precios durante los períodos de elevado
desempleo y subutilización de recursos, decimos que hay inflación de costos
La
inflación de costos puede también originarse como consecuencia de un incremento
súbito de estos últimos, no vinculado a los salarios ni a los sindicatos.
Muchos autores citan el caso de la inflación de costos causada por los aumentos
en los precios del petróleo, que tuvieron lugar en 1973 y en 1979 como
consecuencia del embargo petrolero árabe y la caída del Shah de Irán,
respectivamente. Siendo el insumo energético una parte fundamental de los
costos de producción tanto en las naciones desarrolladas como las que están en
vías de desarrollo, los referidos incrementos en los precios petroleros dieron
lugar a una ola inflacionista que se extendió por el mundo entero.
Para
respaldar su aseveración citan como un ejemplo característico la situación que
se produjo a raíz de los ya mencionados aumentos del petróleo, cuando se puso
de manifiesto que recesión e inflación eran dos fenómenos que podían
perfectamente coexistir.
5. inflación de demanda
Para
comprender mejor el caso que vamos analizar, conviene partir del supuesto de un
mercado bajo condiciones de pleno empleo en el cual el gasto total es
suficiente para absorber toda la producción. Si bajo tales circunstancias
llegara a surgir una mejora en las expectativas empresariales, provocando un
crecimiento de la demanda de inversión, nos enfrentaríamos a una situación en
la cual podría producirse aumento autónomo en la demanda agregada, lo cual se
traduciría a su vez en un incremento en la demanda de bienes, dando lugar a una
situación de exceso de demanda en ese mercado. Cualquiera que sea la fuente ‑aumentos
de la inversión, del gasto público o del dinero circulante— si la demanda
agregada aumenta rápidamente y supera la capacidad productiva de la economía,
el nivel general de los precios comenzará a subir cada vez más de prisa. Desde
luego el proceso descrito, va acompañado de un incremento en la oferta
monetaria.
En
el caso de inflación por tirón de la demanda, la curva de la demanda agregada
DA se desplaza hacia arriba y a la derecha hasta ubicarse en DA', en tanto que
la oferta agregada OA no experimenta modificación alguna. El punto de
equilibrio entre ambas curvas pasa de A hasta B. El incremento de la demanda
agregada se refleja en un aumento en el nivel general de los precios, los
cuales pasan de P a P' y la producción aumenta, aunque en menor medida que los
precios. Estimuladas por las mayores perspectivas de ganancias derivadas del
aumento en la demanda de los bienes que producen, las empresas estarán
dispuestas a incrementar su producción, para lo cual tendrán que aumentar su
demanda en el mercado de trabajo. Ahora bien, ya que habíamos supuesto que
estábamos bajo condiciones de pleno empleo, un incremento en la demanda de trabajo
necesariamente acarreará un incremento en los salarios, siempre que
simultáneamente se produzca un incremento de la oferta monetaria.
Fig.
3 Inflación de la demanda
En
el caso que estamos analizando, la causa de la inflación radica en que la
demanda en términos monetarios llega a ser mayor que la limitada oferta de
bienes y servicios existente. Una situación de esta naturaleza podría dar lugar
a una secuencia inflacionaria aparentemente sin fin. Veamos: si a cada aumento
de los precios ‑originalmente provocado por un aumento de la demanda agregada—
corresponde un aumento de los salarios, y a cada aumento de los salarios
corresponde a su vez un nuevo aumento de los precios, nos encontraríamos
nuevamente frente a una situación de espiral "precios‑salarios‑precios".
Una
situación de esta naturaleza sólo podría detenerse eliminando el exceso de
demanda, y esto sólo puede ocurrir, a su vez, si cae la demanda real, si
aumentan la producción o la productividad o si se produce alguna combinación de
las tres condiciones.
6.· Inflación mixta
En
la práctica, frecuentemente se producen situaciones en las que coexisten
condiciones de inflación de demanda e inflación de costos. De hecho, ambos
tipos de inflaciones pueden influenciarse recíprocamente. Es decir, en el mundo
real es probable que las situaciones de inflación generadas por factores de
demanda generen algunas influencias en los costos, y a su vez, las secuencias
inflacionarias que se inician por factores de costos, generan influencias de
demanda.
En
este sentido, al analizar el problema inflacionario, se llega a la conclusión
de que la inflación debe ser considerado como un proceso único, independiente
de las características que adopte en un momento determinado. Cabe así señalar
el ejemplo de un proceso inflacionario que en sus inicios se desata en una fase
de expansión, en la que concurren todos los elementos que contribuyen a
definirla como una inflación de demanda. Durante un período determinado, Los
salarios se incrementan, manteniéndose simultáneamente elevados los salarios y
la producción. No pasará mucho tiempo antes de que el aumento en el nivel
general de los precios comience a generar incertidumbres. Incapaces de predecir
la evolución que tomarán los precios, los distintos agentes que intervienen en
el proceso económico empezarán a tomar medidas para cubrir su propia
incertidumbre ante lo que está ocurriendo. Así, cada uno de ellos exigirá
mayores retribuciones por su aporte al proceso productivo. Los sindicatos
pedirán mayores reivindicaciones salariales para sus afiliados, a fin de
protegerlos de la inflación, los suplidores de los diversos insumos que se
requieren en el proceso productivo demandarán también mayores precios por los
mismos y las empresas aumentarán a la vez los precios de sus productos,
previendo no solamente que el costo de reposición de sus inventarios de
materias primas o el de las inversiones en equipos será mayor, sino que además
intentarán incrementar sus márgenes de utilidad actuando dentro de un mismo
intento común de precaver un mayor incremento en sus costos que suponen, se
producirá en el futuro. De esta forma un proceso inflacionario que en sus
inicios reunía todas las características de una inflación de demanda, pasa en
una segunda etapa a asumir las condiciones que suelen atribuírseles a una
inflación de costos.
7. Inflación tendencial o inercial
La
inflación puede adquirir un carácter tendencial, cuando los agentes que
intervienen en el proceso económico esperan que los precios se comporten de una
manera determinada. Cuando esto ocurre, la tasa de inflación se incorpora tanto
a los contratos como a los acuerdos informales. Por ello, se le conoce también
con el nombre de inflación esperada o inercial.
Así,
cuando las empresas prevén que sus costos se comportarán de una cierta forma,
están también en condiciones de determinar de antemano la forma que fijarán sus
precios. Igualmente, los sindicatos estarán en capacidad de definir las
reivindicaciones salariales que esperan para sus afiliados.
La
tasa esperada de inflación se le conoce pues con el nombre de inflación
tendencial. La misma, como su nombre lo indica, tiende a mantenerse, a menos
que ocurran fenómenos que alteren las previsiones económicas.
El
carácter esperado de este tipo de inflación adquiere cualidades positivas,
cuando los precios se incrementan moderadamente, ya que permite fijar un marco
de referencia dentro del cual se desenvolverán las actividades económicas.
Cuando los precios suben en forma acelerada, el carácter tendencial de la
inflación puede llegar a convertirse en una causa más que alimenta el proceso
inflacionario. En situaciones de inflación galopante, los agentes que
intervienen en la economía también tenderán a incorporar a costos y precios los
incrementos esperados en el nivel de estos últimos. En esta circunstancia
resulta difícil frenar el proceso inflacionario, ya que cuando las expectativas
de que aumenten los precios son elevadas, todo el mundo procurará protegerse
incrementando a niveles cada vez mayores las retribuciones a que aspiran por su
aporte al proceso económico.
8. Inflación encubierta
No
es extraño que los gobiernos procuren crear mecanismos en un intento por lograr
que el impacto de la inflación sea notado por la población en la menor medida
posible. Para alcanzar este objetivo, enmascaran los precios relativos mediante
la introducción de fricciones artificiales en todos los sectores de la
economía. Dicho en otra forma, recurren a la aplicación de subsidios,
intervienen en el mercado para producir y prestar gran cantidad de bienes y
servicios a precios menores, controlan los precios sometiéndolos a regulaciones
oficiales que impiden que sean aumentados sin la venia de las autoridades,
regulan los salarios bien sea para controlar su aumento o incluso para subirlos
por la vía de decisiones oficiales, intervienen el mercado de divisas para
evitar la fuga de capitales que se produce como consecuencia inevitable de la
corrupción de la moneda, regulan los mercados financieros para manejar intereses
activos y pasivos y, en general, recurren a muchos otros paliativos en una
lucha inútil por reprimir la inflación. A la larga, tales subterfugios no hacen
más que encubrir verdaderas situaciones inflacionarias, ya que mientras el mal
no sea atacado por su raíz misma ‑el déficit fiscal—, difícilmente se podrá
curar.
Como
consecuencia de los subterfugios antes mencionados, muchas veces el remedio
termina siendo peor que la enfermedad. En la historia abundan ejemplos de
medidas de control de precios que no dejaron otra consecuencia que la escasez
de bienes de todo tipo, el racionamiento y la aparición de mercados negros. A1
respecto suele recordarse un célebre edicto de Diocleciano, aplicado durante la
época del Imperio Romano. Sus resultados no fueron distintos a los que medidas
de tal naturaleza cosechan en las economías modernas.
En
su libro "Ciencia y Teoría Económica", Luis Pazos sostiene:
Más
que una medida económica, el control de precios es una medida política, pues da
la impresión de que el gobierno está luchando y haciendo todo lo posible para
mantener un bajo nivel de precios.
Tarde
o temprano, los gobiernos se ven en la necesidad de atemperar sus políticas de
subsidios, por carecer de recursos suficientes para mantenerlos en forma
indefinida, o bien para evitar caer en graves déficits fiscales. Igual ocurre
con los controles de precios. Llega un momento en que éstos deben ser
suspendidos, pues las empresas no pueden soportarlos y comienzan a surgir
graves signos de escasez y de desempleo. Igual destino tienen las demás medidas
destinadas a enmascarar el crecimiento de los precios. Casi todas ellas tienen
un efecto indeseado: obstruyen el funcionamiento del sistema de precios como
orientador de la actividad económica. E1 resultado termina siendo una ineficaz
asignación de los recursos productivos y, a la larga, un incremento en los
niveles de desempleo.
Aunque
los detalles pueden variar de un país a otro, el resultado tiende siempre a ser
el mismo: las tensiones inflacionarias reaparecen aún con mayor virulencia.
Un
caso característico de la situación antes descrita se presentó en Venezuela
durante los años del gobierno del Presidente Lusinchi. A pesar de que la
situación de la economía nacional había alcanzado un punto critico, el Gobierno
se negó a aceptar el costo político que hubiera implicado una sinceración
económica. Procedió pues a aplicar el más completo recetario de controles y
regulaciones en un intento por encubrir el impacto inflacionario que hubiese
producido tal sinceración.
A
través de controles de precios, controles de cambio (RECADI), controles de
tasas de interés, subsidios, aumentos salariales por decreto, etc., el Gobierno
llegó a crear una situación que evidentemente se tornaba insostenible. Al
referirse a ella, Moisés Naím afirma:
El
conjunto de políticas, leyes, reglamentos, normas, instituciones, organismos y
recursos financieros desplegados por el Estado venezolano para normar y regular
la conducta de las empresas privadas constituyen, probablemente, uno de los más
exhaustivos y abarcantes aparatos de regulación del mundo capitalista."
En
base al conjunto de medidas, a las cuales se refiere Naím el Gobierno Lusinchi
logró uno de los casos más característicos de "inflación encubierta".
Las tasas de inflación durante el periodo en referencia mostraron el siguiente
comportamiento aparente:
Tasas
de Inflación
|
|
Año |
Porcentaje
|
1984
|
12,2
|
1985
|
12,0
|
1986
|
11,6
|
1987
|
28,1
|
1988
|
29,5
|
El
esfuerzo del gobierno por mantener una aparente situación de bonanza tuvo
además un impacto devastador sobre las Reservas Internacionales del Banco
Central de Venezuela, las cuales cayeron según cifras oficiales, de 15.489
millones de US$ en 1985 a
unos 7.000 millones para finales de 1988.
El
estado de las finanzas públicas había alcanzado una situación tan caótica, que
el nuevo gobierno se vio obligado, a partir de 1989, a imponer una
sinceración de la economía. La eliminación de los controles de precios y del
control de cambio (RECADI) puso de manifiesto la verdadera situación
inflacionaria que vivía el país y que, como antes se dijo, aparecía
"encubierta" por los mecanismos anteriormente referidos. De tal
forma, para el año de 1989, la inflación se evidencia con toda su virulencia,
alcanzando para ese año un 81%.
9. Inflación moderada, inflación galopante e hiperinflación
Afirma
Samuelson que al igual que las enfermedades, la inflación puede mostrar
distintos niveles de gravedad. Puesto que no existe una clara diferencia que
separe los tres niveles del mal, en forma arbitraria se puede establecer la
siguiente distinción:
Inflación
moderada: Existe cuando las tasas anuales de inflación son inferiores a un
dígito. A estos niveles, puede decirse que el sistema monetario funciona
adecuadamente. Los activos monetarios conservan su valor y el público estará
dispuesto a mantener su dinero en el banco, aún cuando las tasas pasivas de
interés muestren un rendimiento moderado. A su vez, las tasas activas exigidas
por las instituciones financieras también serán moderadas y la actividad económica
podrá desenvolverse de una manera armónica. Los aumentos esperados en el nivel
general de los precios no darán lugar a incertidumbres que afecten
negativamente las inversiones.
Inflación
galopante: Se produce cuando las tasas de inflación alcanzan niveles de dos
dígitos. A medida que el mal avanza, se va perdiendo en forma progresiva la
confianza en el signo monetario. Los precios tienden cada vez más a
"dolarizarse", ya que el público necesita aferrarse a un valor
referencial, a cuyos efectos la moneda nacional deja de cumplir adecuadamente
su función. Los bienes comienzan a acapararse, ya que resulta preferible
adquirirlos que conservar el dinero en forma líquida, puesto que el rápido
incremento en el nivel general de los precios dificultará la adquisición de los
mismos en un futuro cercano. Para que las tasas de interés resulten positivas ‑es
decir, mayores que las tasas de inflación—, deben aumentarse a un ritmo más
elevado que el incremento de los precios.
Bajo
tales circunstancias, los gobiernos suelen recurrir a varios mecanismos de
control: la indexación de los precios, el control de cambios y el
endurecimiento de los instrumentos fiscales y monetarios. E1 primero de ellos
tiene por objeto evitar un rápido deterioro en el salario real de los trabajadores.
Para evitarlo, éstos quedan automáticamente indexados a los precios. Así, en la
misma medida en que suban estos últimos, se incrementarán también los primeros.
Este tipo de políticas en general no ha mostrado resultados alentadores, ya que
tienden a transformarse en un medio que autoalimenta la inflación, a través de
una espiral "precios‑salarios‑precios".
E1
segundo mecanismo al que recurren los gobiernos bajo situaciones de inflación
galopante, son los controles de cambio. La pérdida de la confianza en la moneda
nacional, tiende a estimular la fuga de capitales, lo cual genera fuertes
déficits en la balanza de pago. En un intento por impedirlo se aplican medidas
de la naturaleza señalada; pero las mismas tampoco suelen dar los resultados
apetecidos. Ante la urgencia que siente el público de proteger el valor de su
dinero, resulta casi imposible impedir la aparición de mercados negros en los
que se adquieren divisas extranjeras.
A
través del endurecimiento de otras políticas de carácter fiscal y monetarias,
las autoridades disponen de mecanismos macroeconómicos adicionales para moderar
el ritmo de una "espiral inflacionaria" e impedir que la economía
caiga en situaciones de hiperinflación.
Convendría
no obstante que los gobiernos tuvieran presente que el más efectivo remedio
para el mal, no es otro que el recomendado por Friedman: "La única manera
de acabar con la inflación estriba en no permitir que el gasto público crezca
tan rápidamente"
La
Hiperinflación. Es el último estadio del mal. La condición
patológica ha adquirido un carácter terminal y las economías que la padecen
sufren un proceso de desintegración, en tanto que la sociedad experimenta
carencias de todo tipo, que desembocan en una descomposición de orden moral.
Tanto el dinero como su velocidad de circulación crecen a un ritmo cada vez más
elevado. El nivel general de los precios adolece, por lo tanto, aumentos
fenomenales y las tasas de inflación alcanzan cifras de cuatro y cinco dígitos.
Los desequilibrios económicos van acompañados de una marcada inestabilidad
política.
A1
ilustrar las consecuencias de la hiperinflación experimentada por Alemania
entre 1922 y 1923, el economista Lionel Robbins afirma en la introducción a la
obra The Economics of Inflation: A Study
of Currency Depreciation in PostWar Germany de C. Bresciani‑Turroni, lo
siguiente:
La
depreciación del marco (...) destruyó la riqueza de los elementos más sólidos
de la sociedad alemana y dejó tras sí un desequilibrio moral y económico,
preparando de esa manera el terreno para los desastres que la siguieron. Hitler
es el hijastro de la inflación.
10. Indice de precios
De
todo lo anterior se deduce que existe inflación, cuando se produce de manera
persistente un aumento en el nivel general de los precios. Ello nos lleva a la
necesidad de establecer algún mecanismo que permita medir la tasa de variación
en el nivel de los precios.
Un
índice de precios es una medida ponderada de los precios, con la que se puede
calcular la variación que con respecto a un año base han experimentado, en un
momento dado, los precios de un conjunto o "cesta de productos". El
peso relativo que se le da al precio de los distintos bienes y servicios,
incluidos dentro de la mencionada "cesta o canasta", varía de acuerdo
con la importancia económica que corresponde a cada uno de ellos. De esta
forma, se puede calcular una variación promedio representativa, de la evolución
en el comportamiento de los precios individuales incluidos en la muestra.
Conviene
aclarar que ante la imposibilidad de medir las variaciones que experimentan los
precios de todos de los bienes existentes en una economía, se debe seleccionar
un conjunto de ellos que se considere representativo del total. A la muestra
así seleccionada, se le da el nombre de "cesta o canasta".
Para
determinar el Indice de Precios al Consumidor (en el área metropolitana de
Caracas), el Banco Central de Venezuela ha diseñado una "cesta" que
considera representativa de los gastos medios típicos de las familias. A los
efectos de determinar adecuadamente los componentes de dicha cesta, elaboró una
Encuesta de Presupuestos Familiares. En base al resultado de dicha Encuesta, la
mencionada muestra incluye los bienes que se señalan en el cuadro siguiente,
cuyas variaciones de precios son posteriormente medidas mediante una nueva
muestra de establecimientos de comercios al detal y servicios, que a tales
efectos diseñó también el BCV:
Alimentos
y bebidas
Cereales
y productos derivados Raíces
feculentas y derivados
Leguminosas
y semillas oleaginosas Azúcares,
mermeladas y dulces
Hortalizas Frutas
Carnes
y sus preparados Carnes
de ave
Pescados
y mariscos Huevos
Leche
y sus derivados Grasas
y aceites
Productos
alimentarios varios Alimentos
especiales para niños
Refrescos y bebidas no alcohólicas Alimentos tomados fuera del hogar
Tabacos
Gastos
del hogar
Vivienda y servicios Combustible y alumbrado
Ropa
y enseres Equipos
del hogar
Vehículos Gastos
diversos del hogar
Gastos
diversos
Asistencia
médica y hospitalización Cuidado
personal
Instrucción
y cultura Distracciones
y diversiones
Transporte Seguros
y otras obligaciones
Servicios Comunicaciones
Impuestos Otros
bienes y servicios
Vestido
y calzado
Ropa y calzado para
hombres Ropa y
calzado para mujeres
Ropa y calzado para
niños Ropa y
calzado para niñas
Ropa y calzado para
bebé
En
total, para elaborar el Indice de Precios al Consumidor (IPC), el Banco Central
de Venezuela mantiene una vigilancia sobre las variaciones relativas en los
precios de aproximadamente 400 ítems, comprendidos dentro de los grupos y
subgrupos citados en la "cesta" anterior, todos los cuales integran
el Indice de Precios al Consumidor para el área metropolitana de Caracas.
Los
índices de precios más comúnmente utilizados son el Indice de Precios al
Consumidor (IPC), el Indice de Precios al Mayor y el Deflactor del PNB.
11. Índice de precios al consumidor
La
medida más comúnmente utilizada para medir la inflación es el Indice de Precios
al Consumidor. A través del mismo se pueden medir las variaciones que
experimentan los precios de un conjunto de bienes y servicios incluidos en una
"cesta", que como antes se dijo, se considera representativa del
conjunto total de gastos en que deben incurrir los consumidores típicos.
Para
determinar el IPC, se le atribuye a cada bien incorporado a la
"cesta" un peso fijo proporcional a su importancia relativa en los
presupuestos de gastos de los consumidores. Posteriormente se calcula lo que
vale la mencionada "cesta" en un momento dado, con respecto a un año base
en el cual se asume que su valor es 100.
Cuando
leemos en la prensa las declaraciones que hacen los economistas en relación con
las cifras que ha alcanzado la inflación, por lo general se están refiriendo a
las variaciones que en un período determinado se han producido en el Indice de
Precios al Consumidor con respecto al período anterior.
La
economía venezolana se había caracterizado por experimentar tasas de inflación
muy bajas. Por ejemplo, entre los años 1960 y 1972, la inflación promedio
apenas alcanzó un 1,60%. A partir del año 1974, a raíz del aumento de
los precios del petróleo que se produjeron como consecuencia del embargo
petrolero árabe, la economía del país comenzó a experimentar profundas
transformaciones que desataron, por primera vez en muchas décadas, marcadas
presiones alcistas en los precios. Igual fenómeno se repite a finales de 1979,
como consecuencia del aumento de los precios petroleros que ocurre con motivo
de la caída del Shah de Irán. Ambos incrementos en los precios de los hidrocarburos,
hicieron pensar a los gobiemos venezolanos de turno, que podrían contar de
manera permanente, con unos ingresos crecientes. Lamentablemente la historia
fue otro Cada subida en los precios de los hidrocarburos, fue seguida por una
fuerte caída de los mismos, como por ejemplo lo que ocurrió en 1986.
Figura 4. Índice de Precios al
Consumidor
Área Metropolitana de Caracas 1984 =
100
*Estimado. Fuente: Banco Central
de Venezuela.
La
experiencia demuestra que los gobiernos, que se adaptan muy fácilmente a las
subidas de ingresos fiscales, no saben ajustarse con igual agilidad a una
disminución de los mismos. El resultado es que se embarcan en una serie de
planes y proyectos de toda índole que después no pueden detener. Como resultado
de ello terminan por incurrir en fuertes endeudamientos externos y en agudos
déficits fiscales.
Finalmente,
con el objeto de cubrir los cuantiosos déficit que resultan de su indisciplina
fiscal, nuestros gobiernos se vieron obligados a recurrir sucesivas
devaluaciones de la moneda. Puesto que la mayor parte de los ingresos fiscales
del país son en dólares ‑por provenir de nuestras exportaciones petroleras— la
devaluación tiene para el sector publico una ventaja especial: transforma un
mismo número de dólares en mayor número de bolívares. El mayor número de
bolívares así percibidos, permite enjugar el déficit fiscal a corto plazo.
Lamentablemente,
a través del mecanismo de la devaluación, el sistema económico venezolano se ve
inundado por una enorme masa de bolívares, que por no encontrar ubicación en la
economía ni generar un incremento paralelo en la producción de bienes y
servicios, no hace otra cosa que ejercer una doble presión sobre el nivel
general de los precios y sobre el tipo de cambio.
En un
intento por paliar tales "consecuencias secundarias" de la
devaluación, el Banco Central de Venezuela ha intentado recoger los excedentes
de liquidez mediante la emisión de bonos Cero Cupón, incrementos en los encajes
legales y otras medidas de política monetaria. No obstante, cabe señalar, que
las medidas de política monetaria son un mal substituto de la disciplina
fiscal. La única forma de frenar la inflación en Venezuela, al igual que ocurre
en todas partes, es reduciendo es gasto público. De nada valdrán todas las
medidas de ajuste que intenten aplicar nuestros gobiernos, si no atacan de
frente el problema fundamental que padece nuestra economía: la inflación.
Figura 5. Variación interanual del IPC
Área Metropolitana de
Caracas
*Estimado. Fuente: Banco Central
de Venezuela.
Mientras
que las estrategias para superar la crisis se basen en estimular la actividad
económica a través del gasto público, se podrá lograr, a no dudarlo, un
crecimiento de la economía; pero los beneficios de tal crecimiento no
"permearán" fácilmente a vastos sectores de la población, cuya cuota
de provecho resultará insidiosamente escamoteada por la inflación.
Lo
inexplicable de la situación planteada radica en que Venezuela cuenta con
inmensas reservas de petróleo, de gas natural y de infinidad de otras riquezas
con las cuales la dotó la naturaleza, cuya explotación en mayor medida,
permitiría al país obtener enormes ingresos que podrían cubrir sus más variadas
necesidades sin que para ello haya que incurrir en déficits fiscales. Puesto
que no contamos con recursos para explotar tales riquezas, necesariamente
tendremos que asociarnos, tarde o temprano, con quien pueda aportar las
inversiones que el sector público venezolano no está en condiciones de
realizar. Ello por supuesto implica buscar mecanismos de asociación con
capitales foráneos, dejando a un lado viejos complejos nacionalistas, que
surgieron de una época en que el país no contaba con gente preparada y capaz de
negociar de quien a quien con las empresas transnacionales. Quienes aún se
aferran a ese complejo, le infringen un profundo daño a la economía del país y
manifiestan un incomprensible desprecio por la capacidad gerencial del
venezolano de hoy.
12· Índice de precios al mayor
Este
índice, como su nombre la indica mide la variaciones de precios que a nivel de
mayoristas experimentan una serie de productos, tanto nacionales como
importados.
En
Venezuela, el BCV ha elaborado también una larga lista de grupos y subgrupos de
ítems, cuyas variaciones de precios son revisadas periódicamente. Entre los
principales grupos de bienes considerados están los siguientes: Productos
Agropecuarios, que incluyen productos agrícolas, avícolas y pecuarios, pescados
y mariscos; Productos Manufacturados, en los que incluyen productos
alimenticios, bebidas y tabacos, productos textiles y de cuero, productos de
madera y corcho, muebles, papel para imprenta y editoriales, substancias y
productos químicos derivados del petróleo y del carbón, de caucho y plástico,
productos minerales no metálicos, excepto derivados del petróleo, productos
metálicos básicos, productos metálicos, maquinarias y equipos, otras industrias
manufactureras.
13. El deflactor del producto interno bruto
El
Deflactor es un índice de precios a través del cual se convierte una cantidad
nominal en otra real. El Deflactor del PIB se obtiene mediante la siguiente
fórmula:
Deflactor
del PIB = PIB a precios corrientes x
100
PIB a precios de 1984
Por
Producto Interno Bruto (PIB) se entiende la suma de todos los bienes y
servicios finales producidos y prestados en el país en un período determinado,
independientemente de la nacionalidad o residencia de los factores de
producción.
Por
"precios corrientes" se entiende aquellas unidades monetarias en las
cuales no se ha eliminado el efecto de la inflación. A diferencia de los
anteriores, al hablar de "precios constantes", nos referimos a
unidades monetarias reales que han sido deflactadas, o sea, aquellas en las que
se han eliminado los efectos de la inflación. Los precios constantes están pues
referidos a un año base.
Al
explicar el Deflactor del PIB, el economista y académico español Francisco Mochón
afirma:
...si
el PIB nominal en un año era de 100 unidades y pasó a ser 110 en el periodo
siguiente, experimentando un crecimiento del 10%, ello se habrá debido a dos
elementos: al crecimiento "real" de la producción y al aumento de los
precios. Si los precios crecieron un 6%, sólo se puede atribuir un 4% al
incremento del producto real.
Puesto
que el Producto Interno Bruto es considerado como uno de los indicadores
fundamentales de la actividad económica de una nación, el Deflactor del PIB
constituye el índice que más se acerca al concepto de índice general de
precios.
Apliquemos
la fórmula anterior a fin de obtener el deflactor de PIB en el caso de la
economía venezolana en 1990. Para el referido año, el PIB a precios corrientes
alcanzó a 2.264.030 millones de bolívares. Por otra parte, el PIB medido a
precios constantes de 1984 fue, de acuerdo con el BCV, de Bs. 473.031 millones:
Deflactor
del PIB 2.264.030 x 100 =
479
473.031
Utilizando
la misma fórmula, podemos obtener la serie completa del índice que estamos
analizando, entre 1984 y 1990.
Fig. 6. Deflactor del PIB (Base: 1984 = 100) Fuente:
Banco Central de Venezuela.
14. Deflación
De forma
contraria a la inflación si la curva de demanda agregada (DA1), está por debajo
del nivel de renta equilibrio, lo que significa, que el gasto de la sociedad es
más bajo que el del equilibrio, como sabemos cuando la demanda agregada es
baja, es sinónimo de desempleo, entonces ocurre una situación de deflación, que
se caracteriza por la baja del nivel de precios, pero si analizamos mejor la
demanda agregada, desde el punto de vista de la inversión, que es generadora de
empleo, y si es baja traerá como consecuencia desempleo, lo que a su vez
disminuye el consumo, y al disminuir el consumo las empresas deben reducir sus
niveles de producción, por la acumulación de existencias y perdidas, (la razón
que hace bajar los precios), que trae como consecuencia más desempleo.
Los
bajos niveles de producción, son un factor de estancamiento, porque la
producción es sinónimo de crecimiento económico, entonces por toda esta cadena
de factores, la economía entra a una etapa recesiva.
Por otra
parte la poca inversión, puede estar dada por las altas tasas de interés, por
lo que la gente prefiere ahorrar, que gastar y al mismo tiempo recoge el dinero
en circulación. Además los bajos niveles de precio, dan a entender al consumidor
que no hay una necesidad urgente de comprar bienes, por que mañana estarán al
mismo precio, o por otro lado, el ingreso es menor, lo que limita el poder
adquisitivo de los consumidores, y sigue el circulo vicioso.
Deflación:
es la reducción de los precios.
Deflación:
es cuando la demanda agregada es menor que el nivel de renta nacional de
equilibrio.
15. Soluciones o medidas contra la inflación.
15.1 Salidas fiscales
Políticas fiscales.
Son un conjunto de medidas que adopta el gobierno para modificar el gasto público
de la sociedad, con el objetivo
de dar mayor estabilidad al sistema
económico, que busca el equilibrio.
El gasto público.
El gasto público,
como sabemos es parte de la demanda agregada, que está compuesta por el
consumo, la inversión y el gasto público, en esta situación puede influir en la
demanda agregada, para reducirla o aumentarla, según sea el caso inflación o
deflación, a través de inversiones, aumento de salarios o de impuestos.
Impuesto sobre la
renta personal
Tiene como
propósito aumentar o reducir el ingreso disponible de la sociedad, según sea la
situación inflación o deflación, en este último caso se reducirían los
impuestos con el fin de aumentar el gasto, por el contrario se reducirían para
disminuir el gasto.
Impuesto
progresivos sobre la renta
Es una taza de impuesto
que varía en relación directa con el ingreso personal.
De esta forma las personas pagaran impuesto dependiendo de que su ingreso
aumente o disminuya.
Compensaciones
monetarias
Son políticas
aplicadas por el gobierno, en las recesiones económicas, ya que se ha observado
que existe una reducción en el ingreso personal, y por ende una reducción en la
demanda agregada, a través de esta política se mantendría el
gasto de la sociedad, y las empresas no reducirían tanto su ventas
y los desempleados o trabajadores no perderían tanto el poder adquisitivo.
15.2 Salidas monetarias
Devaluación es la
reducción del valor
de la moneda, con respecto a otra extranjera, lo cual significa una
reevaluación de la moneda extranjera
Revaluación. Solo
es posible cuando hay superávit en la balanza de pago. Consiste en darle más
valor a la moneda, lo que encarecerá las exportaciones,
es decir, traerá más divisas
y hará más baratas las importaciones
Cambio total de la
moneda. Se da en casos extremos de hiperinflación,
donde el nivel de inflación es tan alto que los precios se calculan por
millones, ante una situación así, pocos pueden hacer las demás políticas, la
opción más viable es el cambio
de moneda.
Ejemplo: el caso
Argentino.
Desde el punto de
vista estructuralista, las políticas anti inflacionistas, producen reducciones
en las rentas y los efectos de dichas políticas inciden mayormente para algunos
agentes económicos que para otros.
Reconversión
monetaria. A partir del 1 de enero del 2008 entró en vigencia la reconversión
monetaria, que consiste en reducir la escala
del Bolívar,
eliminándole 3 ceros, es decir, si un millón de Bs. 1.000.000, se le eliminan 3
ceros, entonces serán 1000 Bs. fuerte, igualmente lo que eran 100.000 Bs. son
100 Bs. fuertes, esta moneda se denominaba BOLIVAR
FUERTE.
Estas políticas
implementadas por el banco
central tienen el propósito de fortalecer la moneda, reafirmar el objetivo de
estabilidad económica, y crecimiento económico.
Esta medida buscó
una mayor eficiencia
en el sistema del BCV, favoreciendo el manejo de cifras, el cálculo
de transacciones económicas, como los registros
contables.
En la política fiscal,
el gobierno debe recortar el gasto público
Las políticas
monetarias deben controlar la oferta de dinero, con altas tasas de interés.
Política cambiaria,
tratar de acabar con los monopolios internos, importando productos con un
precio competitivo con los de producción interna, impidiendo así el alza de los
precios.
Todas estas
políticas, tienen un efecto de corto plazo. Se debe combatir verdaderamente la
inflación, atacando los desequilibrios que presente una economía.
16. Relación entre inflación y desempleo
Si lo analizamos
desde el punto de vista de la demanda agregada, el incremento de esta sobre el
nivel de renta nacional de ocupación plena, significaría un aumento del empleo,
por el aumento de consumo e inversión, pero si fuera así, entonces la inflación
sería algo bueno, las presiones inflacionarias recaen sobre la empresa
y el consumidor, en el caso de la empresa
ante esta presión, ya sea por aumento de los insumos o por el aumento de la
renta de los trabajadores, tienen 2 opciones, la primera es no absorber la
inflación y trasladarla a los consumidores, es decir, suben los precios, la
segunda es absolverla, pero esto traería recortes de personal y otras estrategias
para bajar los costos de
producción.
Desde otro punto de
vista afectaría a la ocupación, de acuerdo al tipo de inflación, ya que si una
economía tiene una inflación galopante, no hay buenas perspectivas sobre el
futuro, lo que no incentiva la inversión, y por ende no se genera empleo.
17. Consecuencias de la inflación
Unos ganan y otros pierden:
La
inflación suele conducir a graves distorsiones que terminan por afectar de una
forma u otra a todos los agentes que intervienen en el proceso productivo e
incluso a todos los miembros de la sociedad. Las consecuencias del fenómeno no
se distribuyen en forma equitativa en la colectividad. De hecho, mientras
algunos pueden verse gravemente perjudicados, otros pueden llegar a percibir
beneficios de la misma. A1 respecto, en el discurso pronunciado en Estocolmo en
1975, en la oportunidad en que recibía el Premio Nobel de Economía, Friedman
opinaba:
Con
la inflación, ciertos grupos (por ejemplo. los que poseen sus propias
viviendas) salen beneficiados, mientras que otros (quienes han adquirido
valores a interés fijo o han hecho imposiciones a largo plazo) experimentan
quebrantos. En tales circunstancias, lo que normalmente parece prudente resulta
muchas veces insensato, y viceversa.
Envilece el dinero y polariza la sociedad:
En
principio, cabe señalar que la inflación se traduce en una disminución en el
valor del dinero. Por ello, afecta en forma negativa a aquellos miembros de la
sociedad que perciben ingresos fijos en términos nominales, así como a todos
aquellos, cuyos ingresos crezcan a un ritmo menor que el del aumento que
experimentan los precios. Suele decirse que la inflación beneficia a los
deudores que hayan contraído sus obligaciones a tasas fijas de interés, en
tanto que perjudica a los acreedores sometidos a las mismas condiciones.
El
envilecimiento del dinero que acarrea la inflación genera un progresivo
panorama de pesimismo en la sociedad. Tal pesimismo, tenderá a aumentar las
tensiones existentes entre los integrantes de la misma. Por lo demás, el
enfrentamiento entre los que de alguna forma salen ganando con el fenómeno y la
gran mayoría que se perjudica, termina por provocar desajustes sociales y
políticos, En relación a este problema, Friedman afirma:
Al
enfrentarse perjudicados y beneficiados, la sociedad se polariza; crece el
desasosiego político y el gobierno del país se hace más difícil, puesto que
cada vez son más las personas que exigen la adopción de políticas más
enérgicas.
Deteriora el salario real:
La inflación perjudica a quienes perciben
ingresos por vías de salarios. De hecho, a pesar de los aumentos de salarios
que procuran obtener los sindicatos para sus afiliados o incluso de los
aumentos de sueldos que propician por diversas vías los gobiernos para proteger
a los trabajadores, tales suelen acarrear mayores incrementos en el nivel
general de los precios, lo que termina por afectar negativamente el salario
real. Existe al respecto un viejo dicho popular, que precisa muy bien las
características del fenómeno al afirmar que "los salarios suben por las
escaleras, mientras que los precios suben por el ascensor".
Redistribuye las rentas en forma poco equitativa:
La
inflación tiende a redistribuir las rentas en forma poco equitativa. Con
frecuencia se afirma que beneficia a los ricos y, sin duda alguna, perjudica a
los pobres. Tal afirmación parece desde luego demasiado general, al menos en cuanto
a su primera parte. Es probable que los propietarios de bienes inmuebles
resulten beneficiados, ya que el valor de los mismos suele aumentar a un ritmo
mayor que el de la inflación, sin embargo, aquellos que poseen una riqueza
basada en bonos de rendimiento fijo, o bien que tengan acreencias con intereses
de tal naturaleza, se verán perjudicados. Por el contrario, aquellos cuyo
patrimonio esté representado en acciones por lo general saldrán ganando, ya que
el valor de las acciones tiende a aumentar en este caso.
Genera escasez y perjudica a los consumidores:
Con
la inflación, algunos empresarios pierden y otros ganan. Pierden las empresas
que se ven afectadas por el aumento en las cargas impositivas que conlleva la
inflación. Si el aumento de la carga impositiva es trasladado al precio de los
productos, quienes pierden son los consumidores. Por otra parte, si los
empresarios no pueden trasladar al precio de los productos el referido aumento
impositivo, las empresas comenzarán en una primera fase a reducir sus
utilidades, con lo cual desaparecerán los incentivos para realizar nuevas
inversiones. En una fase posterior, generarán y acumularán pérdidas, y así, en
algún momento, se verán obligadas a retirarse del mercado. La inflación termina
por generar escasez. En tal caso, también termina perdiendo el consumidor, ya
que una disminución en la oferta de bienes y servicios se traducirá en un
aumento en el precio de los mismos.
Los
perjuicios y beneficios que se derivan de la inflación dependen también en alto
grado de la actitud que adopten los gobiernos frente al fenómeno. Por ejemplo,
antes habíamos dicho que los propietarios de viviendas y de bienes inmuebles
resultan favorecidos; ahora bien, si la actitud de las autoridades es la de
regular las rentas que producen tales bienes, sus propietarios podrían verse
perjudicados. Simultáneamente, también se verán perjudicados quienes necesitan
alquilar bienes de esa naturaleza, ya que al regularse sus rentas, se reducirá
la oferta de los mismos, como consecuencia de la falta de incentivos para
producirlos
Incrementa la carga impositiva:
En
definitiva, prácticamente todo el mundo está de acuerdo en que resulta
necesario combatir la inflación. Quien tiene en sus manos la posibilidad de
adoptar medidas para enfrentarla es el gobierno. Este ‑que por lo general es el
causante del fenómeno a través de su propia indisciplina fiscal‑ puede
irónicamente resultar beneficiado con el proceso. Quien realmente gana con la
inflación es el gobierno. Mediante un proceso continuo de inflación, los
estados pueden "confiscar", de manera inadvertida, una parte
importante de las riquezas de sus ciudadanos. La inflación se traduce en un
incremento de los ingresos fiscales, sin necesidad de modificar las leyes
impositivas. Veamos: si los contribuyentes pagasen sus tributos sobre la base
de una proporción constante de la renta nominal, la inflación no los afectaría.
Puesto que una de las características de los impuestos es que son progresivos,
la proporción del impuesto a pagar se incrementa al aumentar nominalmente las
rentas de los contribuyentes, ya que por esta vía se deslizan hacia un tramo
más elevado de las tarifas. En otras palabras, como la proporción de impuestos
tiende a aumentar con el nivel de la renta nominal, la inflación ‑que eleva la
renta nominal pero no la real— tiende a elevar los impuestos.
Fischer,
Dombusch y Schmalensee, profesores de economía del M.I.T., afirman:
La
inflación esperada, pero que no va acompañada de un ajuste institucional
completo, provoca pérdidas, que son especialmente graves cuando está controlado
el tipo de interés, cuando los impuestos sobre la renta del capital no son
adecuados y cuando el deslizamiento de los intervalos impositivos eleva la
deuda tributaria real. Para que los impuestos sean adecuados en una situación
inflacionista, no debe gravarse el componente de los rendimientos de los
activos correspondiente a la inflación.
Propicia el crecimiento del déficit fiscal:
E1
gobierno, que como antes vimos se beneficia, también suele preocuparse por los
graves problemas sociales que acarrea la inflación, procurando con frecuencia
reprimir sus manifestaciones mediante programas que tiendan a compensar a los
sectores menos favorecidos de la colectividad. Estos programas adoptan la forma
de subsidios y otras transferencias. Desde un enfoque estrictamente económico,
pueden contribuir a agravar la situación, independientemente de lo justo que
aparenten ser desde un punto de vista social. Cuando el gobierno no cuenta con
ingresos suficientes para financiar programas de tal naturaleza, los esfuerzos
por contribuir a aliviar la problemática social, por esta vía, lo inducen a
incurrir en un déficit fiscal aún mayor, lo cual, no hace más que alimentar el
proceso inflacionario, con las consiguientes repercusiones negativas en los
sectores que se pretendía favorecer. En general, cada vez que intenta reprimir
las manifestaciones de la inflación en lugar de atacar el mal por sus raíces
mismas ‑enfrentando con decisión el déficit fiscal—, no logra otra cosa que
introducir distorsiones que causan escasez e ineficiencias y que terminan por
incidir en forma aún más negativa sobre la marcha de la economía.
Genera incertidumbre y entorpece la asignación de recursos:
En
la medida que la inflación sea mayor, será también mayor la incertidumbre que
impondrá a los miembros de la sociedad. En esta forma, el fenómeno puede
acarrear no solamente una grave distorsión en la asignación de los recursos
productivos, sino que puede llegar a afectar seriamente la actividad económica.
Por ejemplo, incapaces de medir el rumbo que tomará a largo plazo el nivel
general de los precios, los agentes económicos tenderán a desviar los recursos
productivos hacia aquellas actividades que prometan ser más lucrativas a corto
plazo. Así, en los momentos de inflación, se incrementan de manera substancial
las actividades de carácter especulativo. Por el contrario, otras actividades
quizás socialmente más necesarias, pero que requieren de una asignación de
recursos a más largo plazo, tenderán a no realizarse, haciéndose cada vez más
profundas discrepancias entre la demanda y la oferta de los bienes y servicios,
que por esta razón dejan de producirse o se producen en menor cuantía. El
déficit se concentrará en aquellas actividades que requieran de inversiones a largo
plazo, puesto que este tipo es más sensible a la incertidumbre asociada a los
procesos inflacionarios.
Estimula el acaparamiento, deteriora la propensión al ahorro, impone mayores riesgos a las inversiones e induce a los empresarios a incrementar su expectativas de utilidad:
A
medida que avanza la inflación se pierde la confianza en los activos
monetarios. La moneda se envilece. Los consumidores comienzan a acaparar
bienes! pues resulta más conveniente adquirirlos ahora que conservar el dinero
en forma líquida, dada la rápida erosión que experimenta el valor del signo
monetario. La propensión al ahorro disminuye y con el objeto de captar fondos,
las instituciones financieras se ven obligadas a aumentar substancialmente las
tasas pasivas. de interés, que ofrecen a los ahorristas. Como resultado de
ello, las tasas activas; también se incrementan, con lo cual las inversiones se
tornan más riesgosas Frente a una situación de esa naturaleza, muchas
inversiones dejan de realizarse o, en todo caso, los empresarios aspiran a una
ganancia más elevada para compensar los mayores riegos en que deben incurrir,
lo cual los induce a elevar, aún más, el precio de los bienes que producen.
Afecta negativamente la balanza de pagos:
La
pérdida de la confianza en el valor del signo monetario también promueve, por
parte de los agentes que participan en el proceso económico, la adquisición de
divisas. Ello ocasiona fuertes tensiones en el sector externo de la economía,
generando déficits en la cuenta de capitales de la balanza de pagos. A medida
que tales déficits asumen mayor gravedad, los gobiernos se ven obligados a
intervenir los mercados de divisas, para aplicar controles de cambio que frenen
la fuga de capitales. Rara vez tales controles resultan eficaces y usualmente
conducen a la aparición de mercados negros de divisas o a fenómenos de
corrupci6n ligados a la administración de los mismos.
Distorsiona el mecanismo de los precios:
La
inflación distorsiona el funcionamiento del mecanismo de los precios. Hayek
afirmaba que una de las funciones fundamentales del sistema de precios en el
mercado es la de transmitir de un modo conciso, eficiente y barato la
información requerida por los agentes económicos a la hora de decidir qué,
cuánto y cómo producir. En otras palabras, el sistema de precios garantiza la
más eficiente utilización de los recursos disponibles.
Ahora
bien, mientras mayor sea la inestabilidad en los precios acarreada por la
inflación, más difícil resultará aprovechar la información suministrada por los
mismos. En tal sentido, el fenómeno inflacionario introduce en la economía
graves efectos que terminan por afectar negativamente los niveles de
productividad, contribuyendo al mismo tiempo a hacer más ineficaz la asignación
de lo recursos productivos.
En
conclusión, cabe afirmar que la inflación perjudica o beneficia en forma
aleatoria a los miembros de la colectividad. Se produce, como antes se dijo,
una distribución poco equitativa de las rentas.